22 de febrero de 2023. Miércoles.
CENIZA PARA UNA CRUZ
CENIZA PARA UNA CRUZ
-No ha podido ser:
no era el día para operarme. Mis muchos años y una pequeña arritmia, lo han
impedido, pienso. Pero quizá no fuera esa la causa; tal vez me equivoqué: eran
tantas las ganas que tenía de ser operado, que pensé ser ayer el día, y no lo
fue. Volví con el bulto en la mejilla, contrariado, pero dispuesto a seguir
viviendo, y dando gracias. Será la ceniza de mi vida, que de la frente hoy ha
bajado a la mejilla. La cruz, en sí misma, es horror, resto de un fuego,
escoria de una vida. Ceniza que, sin embargo, volverá a arder. Es la fe. Así
empieza la Cuaresma
–Miércoles de Ceniza– hasta llegar a la Pascua. Ceniza y cruz, con fe, son
resurrección. Es fuego de resurrección que, portado luego por el Espíritu, se
convertirá en Pentecostés, en incendio incontenible en las cabezas y en las
lenguas de los llamados por Jesús para hablar, para decir el evangelio a toda
criatura: eran Apóstoles de la Palabra, con el fuego del Espíritu ardiéndoles
en la lengua. Esta mañana nos han marcado con una cruz de ceniza, no solo en la frente, sino, sobre todo, en el rescoldo de
la fe. Antes del gran reverdecer de la vida en la resurrección, que ya será Pascua (o tiempo de pastos celestes),
la cuaresma empieza con la cruz y termina con la cruz: Cruz de ceniza y cruz de
muerte, Diario, ambas como paso previo al amanecer de las prisas y los pasmos, del
sepulcro vacío con sudarios por los suelos y ángeles, que dicen: «No está aquí,
ha resucitado» (17:50:53).