29 de julio de 2018.
Domingo.
NOTA
MUSICAL DE VIDA
Anhelando la luz, en Saint Michel. Bretaña francesa. |
-Baja
la temperatura un poco, una buena noticia. Feliz día, pues, para mi corazón
cansado, pero no vencido. Cuando me ven mis antiguos feligreses me regalan
halagos que yo celebro, pero con mesura. «¿Qué hace con los años, que no pasan
por usted?», me dicen. Y sonrío, porque sé que tal vez los años no pasen por
mí, pero yo sí por los años. Y, al pasar por ellos, cada cual va dejando en mí
su hermosa y determinante nota musical de vida y despedida, de gozo por haber
vivido -centelleo-, y de serena reflexión sobre lo que acaba. Sobre lo que
acaba, o continúa. Pues como dice Robespierre (el incorruptible, le llamaban): «la
muerte es el inicio de la inmortalidad». ¿Y qué es la inmortalidad? ¿El tiempo feliz
de la contemplación -y del amor, quizá-, o el tiempo del no hacer nada, de
quedar inerte? Yo prefiero lo primero; es decir, contemplar y ser contemplado,
amar y ser amado, en una actividad de intercambios obsequiosos; pues lo segundo,
Diario, me llevaría a una pereza infinita, de bostezo innumerable, sin descanso,
y siempre del otro lado de la nada (19:14:47).