2 de noviembre de 2021. Martes.
HOY, PLEGARIAS
HOY, PLEGARIAS
-Día de los fieles difuntos; fieles, o los fallecidos en la luz –aureola–
de la fe. Ayer llevamos flores a los cementerios, que se marchitan; hoy, les ofrecemos
plegarias, que Dios escucha y permanecen en su sensible e inmenso amor,
floreciendo. Siempre. Las plegarias no se extinguen, nacen de un amor más
espiritual, más íntimo, más de entraña, amor que nunca falla, y más si se da;
si se da, se hace más amor, se agranda, gozosamente se multiplica en el
corazón. El pan, partido, se hace más pan, más clamor en la boca, más gracia
que masticar. En la flor que se ofrece, puede que haya amor, pero un amor
fugaz, lírico tal vez, pero breve, amor que se va debilitando conforme la flor va
muriendo, que agoniza con la flor. Sin embargo, la plegaria –palabra– es bocado
que se eterniza en los labios del que reza, y más si descansa en el amor de Dios.
La plegaria se hace combustible hermoso en el amor de Dios, hoguera que no se consume.
Ayer, flores; hoy, plegarias, para los difuntos: será como poner voz a las
flores, sentimientos a los pétalos, constancia al polen –con abejas– para que
perduren. Decía Antonio Porchia, poeta italoargentino: «Se vive con la
esperanza de ser un recuerdo». La flor es el recuerdo; la plegaria, Diario,
es el amor hecho palabra, siempre en la boca, masticándolo, reanimándolo, como algo
a lo que se alienta cada vez que se dice, y reposa –Él, que oye– en Dios
(16:58:10).