martes, 18 de marzo de 2014


17 de marzo de 2014. Lunes.
CULEBRITAS TIESAS DE ACERO
 
Perdida y hallada, y no en el pajal. F: Wikipedia
 
-Cuidado, me he dicho, se me ha perdido una aguja y no en un pajal; y ando buscándola en casa por si se rebela y me ataca. Y es que las agujas, cuando se pierden, ni laten, ni dicen, ni se mueven, pero pueden atacar y morder, y, a veces, hasta con resultados fatales: pueden matar. Las agujas son culebritas tiesas de acero, sin ondeados, que pican y envenenan. Esta es la razón por la que, perdidas, hay que buscarlas y devolverlas al acerico, donde se tienen controladas y disponibles, seguras. Bueno; es ésta una metáfora demasiado simple que trata de explicar, aunque no lo logre, lo del avión malasio perdido y aún no hallado ni en el cielo ni en la tierra. Y decir que este avión (con forma de aguja, pero aerodinámica) sí se ha perdido en el pajal del mundo y no hay modo de dar con él. Ni satélites, ni radares, ni detectores de metales. Nada. Una aguja camuflada en un pajal. Eso dicen los noticieros. Y lo peor es que iban personas en su interior con el deseo y la ilusión de llegar a buen puerto y seguir viviendo, eso que tanto amamos los mortales y que suele cortar sin aparente sentido (o con sentido) a veces la muerte, esa señora  siempre de luto y tan poco lírica. Sin embargo, junto a la noticia de la pérdida del avión y la incapacidad de dar con él, no obstante los extraordinarios medios que dicen existir para lograrlo, se lee en la prensa la noticia según la cual parece haberse producido la primera localización en el universo de «ondas gravitatorias primordiales»; o sea: se trataría de haber dado con unas pequeñas ondulaciones producidas en su tiempo nada menos que por el Big Bang y que darían información sobre «los primeros instantes de vida del cosmos». Y me maravillo; y, con asombro, me digo: ¡sintiendo aún el primer temblor o gorjeo del inicio de todo! Es decir, percibiendo los latidos de un universo todavía bebé, y que crecía a pasos agigantados produciendo estrellas, galaxias, espaciosos infinitos, en los que apareció una mota de roca llamada Tierra, donde Dios instaló su soplo y fue el hombre. El hombre, que contempla todo, y lo toca, y lo celebra, y le da nombre, definiéndolo en la palabra. Secuela, pues, del soplo, que con el habla, le dio el dominio de las cosas; para dignificarlas. Otros lo verán de otra manera, yo lo veo así, y lo celebro, y lo digo, y me pregunto: ¿Cómo es posible dar con las ondas gravitatorias primordiales y no con el avión malayo perdido y aún no hallado en el templo de la ciencia, dado que hasta un pelo de la cabeza es detectado por los sofisticados artilugios de que dispone el Gran Hermano para controlar vidas y haciendas? Decir, Diario, que no entiendo casi nada, o, tratándose de política y de políticos, lo entiendo casi todo. La ciencia, por fortuna, es otra cosa, donde cabe el hallazgo y la celebración, con el asombro (12:30:17).

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