17 de marzo de 2014. Lunes.
CULEBRITAS
TIESAS DE ACERO
Perdida y hallada, y no en el pajal. F: Wikipedia |
-Cuidado, me he dicho, se me ha perdido una aguja y no en un pajal; y ando
buscándola en casa por si se rebela y me ataca. Y es que las agujas, cuando se
pierden, ni laten, ni dicen, ni se mueven, pero pueden atacar y morder, y, a
veces, hasta con resultados fatales: pueden matar. Las agujas son culebritas tiesas
de acero, sin ondeados, que pican y envenenan. Esta es la razón por la que,
perdidas, hay que buscarlas y devolverlas al acerico, donde se tienen
controladas y disponibles, seguras. Bueno; es ésta una metáfora demasiado
simple que trata de explicar, aunque no lo logre, lo del avión malasio perdido
y aún no hallado ni en el cielo ni en la tierra. Y decir que este avión (con
forma de aguja, pero aerodinámica) sí se ha perdido en el pajal del mundo y no
hay modo de dar con él. Ni satélites, ni radares, ni detectores de metales.
Nada. Una aguja camuflada en un pajal. Eso dicen los noticieros. Y lo peor es
que iban personas en su interior con el deseo y la ilusión de llegar a buen
puerto y seguir viviendo, eso que tanto amamos los mortales y que suele cortar
sin aparente sentido (o con sentido) a veces la muerte, esa señora siempre de luto y tan poco lírica. Sin
embargo, junto a la noticia de la pérdida del avión y la incapacidad de dar con
él, no obstante los extraordinarios medios que dicen existir para lograrlo, se lee en la prensa la noticia según la cual parece
haberse producido la primera localización en el universo de «ondas
gravitatorias primordiales»; o sea: se trataría de haber dado con unas pequeñas
ondulaciones producidas en su tiempo nada menos que por el Big Bang y que
darían información sobre «los primeros instantes de vida del cosmos». Y me
maravillo; y, con asombro, me digo: ¡sintiendo aún el primer temblor o gorjeo del
inicio de todo! Es decir, percibiendo los latidos de un universo todavía bebé, y
que crecía a pasos agigantados produciendo estrellas, galaxias, espaciosos
infinitos, en los que apareció una mota de roca llamada Tierra, donde Dios
instaló su soplo y fue el hombre. El hombre, que contempla todo, y lo toca, y
lo celebra, y le da nombre, definiéndolo en la palabra. Secuela, pues, del
soplo, que con el habla, le dio el dominio de las cosas; para dignificarlas. Otros
lo verán de otra manera, yo lo veo así, y lo celebro, y lo digo, y me pregunto:
¿Cómo es posible dar con las ondas gravitatorias primordiales y no con el avión
malayo perdido y aún no hallado en el templo de la ciencia, dado que hasta un
pelo de la cabeza es detectado por los sofisticados artilugios de que dispone
el Gran Hermano para controlar vidas y haciendas? Decir, Diario, que no
entiendo casi nada, o, tratándose de política y de políticos, lo entiendo casi
todo. La ciencia, por fortuna, es otra cosa, donde cabe el hallazgo y la celebración,
con el asombro (12:30:17).
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