miércoles, 5 de marzo de 2014


5 de marzo de 2014. Miércoles.
GLORIA DE LA CENIZA
 
Embellecer la belleza, en el jardín. F: FotVi
 
-Todavía llevo ceniza en la frente y en los dedos. Esta mañana he oficiado la celebración de la ceniza, ese signo que nos recuerda de dónde venimos y adónde vamos. O el gran viaje de ida y vuelta, mientras se vuela. Porque es el caso que, bien sea debido al célebre Big Bang incontenible (ciencia) o al gran Arquitecto  y Escultor divino (fe), todos venimos de la ceniza y a ella volvemos. Es decir, hoy, me digo, yo con ceniza en la frente, y pensando desde la ceniza. Y no es que yo me considere un cenicero o lugar de colillas, sino sólo y maravillosamente un poco de ceniza, de polvo, que piensa y se enamora, y sueña. (Son los vuelos de la ceniza soñadora).
 
«Serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado».
 
En las palabras, el poeta pone alas a la ciencia y sonidos de lo alto a la fe. Y ambas, la ciencia y la fe, se encuentran en el poema. Si es sorprendente que la ceniza hable, lo es más que, en el poema (en las palabras), embellezca a la misma belleza. Mirar la belleza (una flor, un ocaso, la luz de los ojos de un niño, sus enigmas) y sentirla es ya un milagro, aunque sólo sea interior; pero mirar la belleza, y decirla, es el gran milagro de la ceniza (polvo enamorado), que contempla y habla, y, en el decir, hasta sublima la belleza. Como se puede ver, Diario, Quevedo, en la palabra, dignificó la ceniza y engalanó la belleza, para gloria de la ceniza (20:15:22).

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