6 de marzo de 2014. Jueves.
LENTEJAS
Humildad y belleza entre raíces, como la lenteja, en el bosque. F: FotVi |
-Hoy, en Javalí (el Viejo, tan antiguo como el recodo del río que le da
nombre), he comido lentejas. En tiempos, se decía que comer lentejas era comida
de pobre. Como si el estómago, ante el hambre, supiera de qué iba e hiciera remilgos,
o se metiera en dengues. Madre decía que tenían hierro, y de ahí su bondad. Y a
Negrín, presidente del gobierno en la segunda república, le atribuían el dicho
o refrán: «Lentejas, si quieres las comes y si no, las dejas». Tal vez por eso,
de estudiante, todos los días o casi todos nos daban lentejas, al mediodía y a
la noche, e incluso hechas puré los sábados por la noche, por lo que llamábamos
al tal mejunje la sabatina. Garbanzos
y lentejas se iban turnando; pero a pesar de todo, preferíamos las lentejas, por
estar limpias de invitados y más sueltas; a los garbanzos los flipaban de
bicarbonato, decían que para ablandarlos, y terminaban siendo un todo confuso,
de color tísico, como el engrudo. Lo comíamos, a veces, con la nariz tapada, pero
lo comíamos, mandaba el hambre. A las lentejas o los garbanzos le acompañaba un
minúsculo trozo de pan y una naranja, el agua podía beberse sin mesura; los
domingos (el día del Señor), sin embargo, se nos daba arroz con pollo; siempre
más arroz que pollo, y se podía hablar. Los días de las lentejas y los
garbanzos, desde un púlpito, se nos leían historias piadosas y la vida de
Isabel la Católica; con una variante: llegado don Félix, extraordinario músico,
los domingos, en la cena, oíamos música clásica y, por petición de un grupo,
amigo de la música española, algún pasodoble, acompañado incluso (se nos permitía)
de moderados olés. Con todo, eran años felices, años de estudio y rezos, y mucho
juego, y dudas, y sueños. Hasta a mí, entonces, me dio por hacer poemas. Hoy,
en Javalí Viejo, las lentejas de mi sobrino Javi (de chuparse los dedos) me han
traído estos recuerdos, Diario: el de madre y el del Seminario, donde dio
comienzo lo que soy, que no es mucho, pero sí lo suficiente para sentirme feliz
y, si volvieran aquellos tiempos, repetirlos agradecido. Rosa-rosae, la Virgen Blanca del patio, las notas del piano, que
dejé en el camino, la capilla, aquel gol que hice y que no fue porque dijeron
que lo había metido con la mano, las églogas de Virgilio…, recuerdos… (20:47:06).
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