14 de marzo de 2014. Viernes.
SALIVA EN
LA HERIDA
Curiosidad (tras las espinas), en el jardín. F: FotVi |
-Tan pequeña, tan mínima, y cómo duele. Podando un rosal, una insidiosa
punta de espina, menor que la de un alfiler, enfiló la yema de mi dedo y se
instaló en ella. Golosamente. El dedo, con sacudidas, intentó que saltara la
espina, pero no ocurrió, y ahí estaba, doliéndome, como un aguijón de avispa terco
y voluntarioso, y hasta voluptuoso. Y he pensado: con qué eficacia ejerce la
espina su misión de estar…, y doler (iba a decir otra cosa, pero aquí no cabe,
por aquello de ser lo que soy; me he dicho: cuidado con la boca; y cuidada está).
Dolía, hasta que esta mañana, con un alfiler y unas pinzas, hurgando, he
intentado deshacerme del incómodo inquilino del dedo. Y aquí estoy: aguardando a
ver si lo he conseguido. Con todo, más duele el dolor del hambre, o el del
exilio, o el de una enfermedad inesperada, me he dicho, y me he echado saliva en
la herida (dicen que es curativa), y me he sentido aliviado. Esperando que deje
de doler o duela menos. Como espero que cambie la humanidad y sea más juiciosa,
y fraterna; al menos, esto, Diario; la fraternidad hasta hermosea el dolor, y
lo atenúa, es la saliva (casi lírica) de toda herida (20:01:00).
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