10 de noviembre de 2013. Domingo.
UNA RAYITA DE
COCA
Elección, en las ruinas de Mileto. Turquía. F: FotVi |
-Eran jóvenes (siete
hermanos con la madre) y tenían conciencia de lo que creían y hacían. Y, como
siempre suele haber magistrados injustos, fueron juzgados y recibieron el
castigo, no impuesto por los jueces, sino por el rey: ser azotados con látigos
y nervios. Casi siempre los jueces se avienen al poder y trampean con él; y
cometen el delito de no ser jueces, sino lacayos o criados de librea.
Pues ocurrió que los jóvenes con su
madre se negaron a secundar la ley del rey, injusta para ellos. Se trataba de
algo tan sencillo como comer o no comer de un determinado manjar: carne de
cerdo, en este caso. Se lo prohibía su ley, la de sus padres, y no accedieron. Mirado
con ojos de ahora -condescendientes, blandos, serviles ojos-, parece que no era
para tanto. Total, qué más da un pinchito y un refresco, o una rayita de coca… Y
fueron torturados, hasta la muerte. El rey y su corte -relata el Libro de los
Macabeos, siglo II a. de C.- se asombraron del valor con que estos jóvenes
despreciaban los tormentos. Y es que si la ley es injusta, despótica, arbitraria,
la conciencia debe estar por encima de la ley.
En esta vida, la fe llevaba a estos jóvenes al suplicio, al holocausto; pero
en la otra, Diario, a una promesa de inmortalidad feliz. Se trataba de elegir;
y ellos eligieron: se fiaron de Dios y no de los hombres. Y murieron en paz,
que es al fin lo que cuenta (19:18:18).
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