6 de abril de 2015. Lunes.
CORAZÓN DE
PIEDRA
Ascensión al Etna, en Sicilia. 1970. F: Manolo Cuadrado |
-Un volcán es
furia que escapa de la entraña de la tierra y se hace surtidor (grito) de fuego
en el cielo. Yo he visto dos volcanes; uno, con sus cráteres ardientes (siempre
arde, o ama), el Etna; el otro (solemne, pero apagado, o sólo dormido, también
amante), el Teide. El Etna lo vi en mis años de juventud, con mis amigos los
Cuadrado (1970), cuando me animaba el asombro de ver y hallar cosas, y
ennudecer (o hacer «oh», sin más) ante lo nuevo. Aferrándome a la lava negra, gateando,
conseguí alcanzar la cima, que, cada poco, respiraba golpes de locura, de terrible
y hermosa locura, locura encendida, como un rezo. Se pavoneaba el Etna en el
fuego, o echaba fuera su fulgor apasionado. Era, pensé, como una señal del amor
de la Tierra por lo suyo, sus criaturas todas, desde el agua a las cenizas,
desde la luz a la tiniebla. Luego con mi sobrino Israel, canario él, estuve,
anduve, por las cimas del Teide. El Teide es un cono glorioso, con dedos de hasta
3.718 metros de altura tocando nubes y nieves, y sueños. Quizá allí arriba se
hallen todos los sueños de los niños y los poetas, soñando, amaneciendo. O sin
quizá. El Etna y el Teide son colosos, pero nobles. De tiempo en tiempo callan,
hibernan, duermen su grandeza, para, de pronto, estallar en belleza y cólera, y
poner notas de pavor en la gran sinfonía de la naturaleza. La naturaleza, tan
bella, tan colérica a veces, tan amante siempre. Y, por no traicionarse nunca a
sí misma, tan distinta del ser humano. Hago estas reflexiones a los pocos días
de la masacre por yihadistas (una más) de 148 estudiantes cristianos en la
universidad de Garissa, en Kenia, y el silencio posterior del mundo que se
llama civilizado. El Etna y el Teide son colosos, fieros, pero nobles. No así
el ser humano, que, como diría Ezequiel, el profeta, en demasiadas ocasiones torna
su corazón de carne en corazón de piedra, y está visto, Diario, que, desde el
laicismo más obseso y la banalidad desquiciada, no hay modo de hacer que vuelva
a ser otra vez corazón de carne, de luces, de pan y melodías, amor (20:49:01).
Dios te conserve, amigo Vicente, esa admirable capacidad de extraer de las fuerzas vivas o hibernadas de la naturaleza conceptos, consecuencias y ardientes conclusiones que reflejan tu fervoroso espíritu y tu amor a la obra del Creador.
ResponderEliminarDices bien, José María, amigo, que Dios me conserve niño, en todo momento niño, asombrándome siempre por todo lo que me rodea, y dándome capacidad para poderlo contar. ¡Es tan hermoso poder contar sentimientos! Dios crea, nosotros recreamos.
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