9 de agosto de
2018. Jueves.
UN
SILENCIO
Silencio de la piedra, que habla. Lisboa. F: FotVi |
-Le
doy a las teclas del portátil y apenas sale un pequeño esbozo de lo que puede
ser un artículo, un relato, un poema; total, nada. Un esbozo. O el apunte o pespunte
(zurcido) de algo que no llega, que se queda en las entrañas de la máquina, callado
y esperando, como un silencio que mira y dice, pero sin ser oído. Yo -ahora en
soledad- inclino el oído y trato de oír lo que dicen los silencios, tantos como
se dan cita a mi alrededor. Oigo al mirlo, oigo la gota de agua que se
desprende del grifo, al viento, el frenazo de un coche en la calle, pero no
logro oír el silencio. Los místicos sí oyen los silencios, donde dicen que
habla la trascendencia. Un consejo de San Juan de la Cruz: el silencio se oye
cuando entras dentro de ti y te liberas de los ruidos del mundo que te gritan
desde todas las cosas; y es que las palabras más bellas nacen de los silencios más
hondos, más profundos, de los que andan por tus abismos más íntimos. Decía Zenón
de Elea, que «la naturaleza nos ha dado dos orejas y una sola lengua, a fin de
que escuchemos más y hablemos menos». Obedezco a Zenón de Elea, Diario, y quedo
en silencio: me trago las palabras y escucho sus silencios, los que ellas dejan
tras ser dichas, a ver si mañana puedo decir algo hermoso y trascendente, y que
me acerque un poco más a la Verdad, que ansío (19:21:31).
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