19 de agosto de 2019. Lunes.
NADA
QUE DECIR
Sillas vacías, sin nadie que las use. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Apenas tengo nada –o
muy poco– que decir: solo que se ha marchado mi familia y todo se ha hecho
silencio. Un silencio estremecedor, el silencio que precede al llanto. Pero no
lloro, el llanto son lágrimas, y yo me las guardo en mi interior para poderlas hacer
más tarde recuerdo y sonrisa, y esperanza, tal vez. La Torre, sin mi familia,
es una vela que se ha apagado, una soledad que ha adelgazado, es el titiritar
de la ofuscación. Miro y no hay nada, hasta los pájaros se han ido, el silencio
se los ha tragado. Siempre, tras la soledad, queda el silencio; la nota musical
que no se oye, el mirar y no ver, el saludar y que no te respondan. Dices ¡ay!
y, al otro lado del ¡ay!, queda el rumor de algo que has dicho, pero que se ha
perdido en la inmensidad del espacio. Sin la familia, todo es turbación y carencia,
susto, encontrarte mirando al vacío, donde, sin embargo, Diario, queda el eco
de los bellos momentos vividos, que, de vez en vez, se van repitiendo, como una
hermosa e íntima y feliz película de tu vida (19:22:35).
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