24 de agosto de 2019. Sábado.
LA
RUTINA
Amanece el sol, rutina. En Murcia. F: FotVi |
-Una vez que he entrado
en la rutina, me dispongo a descubrirla, a hacerla mía. La rutina es hermosa,
si te pones a caminar con ella, como el niño cogido de la mano del abuelo. Cogido
al brazo de la rutina, me dispongo a abrir el día, y a hacer las cosas que hice
ayer, y antes de ayer, y que volveré a hacer mañana y pasado mañana. Pero
renovadas. La rutina me dice que rece, y rezo, con fe, después de afeitarme y
tomar la ducha; la rutina me dice que desayune, y desayuno: tostada, leche y
media manzana, la otra media para la cena –no es miseria, sino rutina, el
rito–; la rutina me dice que escriba, y escribo: esta vez sobre la rutina, que
es tema en el nunca he entrado, y me apetece hacerlo, tanto como morder un
melocotón –de Cieza; la rutina me dice que lea, y leo: El llano en llamas, de Juan Rulfo, Antología Poética, de Luis Cernuda, Las Catedrales, de Jesús Fernández Santos, en ello estoy; la rutina
me dice que coma y como, y que me eche la siesta, y que vuelva a escribir y a rezar,
y que ande un poco, y que vea otro tanto la tele, y, que, tras santiguarme, me
acueste y duerma, y lo hago. Es la rutina, que, cada día, camina conmigo, como
mi Lazarillo. Perfeccionándola, vivo de la rutina. Esta bella rutina que hace
que las cosas, de un día para otro, se parezcan un poco. Y que, al parecerse,
las reconozcas y las ames, y, si no son ilustrativas y renovadoras, si no son
audaces y resueltas, y aun rebeldes, las dejes. Pues por algo decía David Hume, filósofo, que la costumbre –la rutina– es la gran guía de la vida humana, pues siempre te acompaña, Diario, cuando sueñas y cuando duermes, cuando aplaudes y cuando lloras, es decir, cuando vives (10:51:32).
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