13 de junio de 2021. Domingo.
LA POBREZA DE LA TIERRA
-Siempre me conmueve el domingo, el día del Señor. Pone lirios en mi
mente, que se abren como auroras. Sin pretenderlo –o pretendiéndolo–, vuelvo a
la resurrección, al grano de trigo que muere para ser espiga, y, más tarde, cantidad,
exuberancia. En la Cena del Señor. Lo mínimo, lo pequeño –un grano de trigo en
mi mano, lo miro, lo medito, míralo, medítalo– que pasa a ser gavilla y parva extendida
en la era. Y, tras la trilla y el horneado, pan, eucaristía en la mesa, comida
para el espíritu –lo mastico con dientes de prudencia– y acción de gracias para
Dios, que es quien hace el milagro y lo pone en mi boca. Todo es obra de Dios. También
el ser de la iglesia, como «germen y principio» del Reino en el mundo. (Lumen
gentium). La iglesia todavía no es el Reino, pero está construyendo el Reino,
con pequeños instantes, con sencillas palabras, con el amor como fuerza motril,
llenándolo todo del Espíritu de Dios. El Reino pertenece a los pobres, a los de
corazón humilde. ¿Templos? Tú eres el templo, en el que puedes adorar a Dios, hablándole,
diciéndole «Te amo» o «No puedo», con esperanza: lo tienes en tu corazón. El
domingo, Diario, siempre recuerdo lo dicho por Jesús: «Yo he venido para
anunciar la Buena Nueva a los pobres», porque de «ellos es el Reino de los
Cielos». Si el grano de trigo no cae en la pobreza de la tierra y muere, no da
fruto; sin tierra y grano –sin cruz y Dios –no hay eucaristía (13:16:38).
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