21 de junio de 2022. Martes.
DESCANSO
DESCANSO
-Pensaba yo ante el ordenador de qué escribir, buscando, en ese galimatías de ideas que se cruzan en la mente antes de ser escritas, la imagen y la palabra exactas que dijeran lo que deseaba expresar. Cavilaba yo y me preguntaba: «¿Política? ¿Escribo de política?»; sería interesante, con lo alterado que está ahora el parque jurásico de la política: unos lagartos alicaídos y otros masticando euforia. ¡Ah, Sánchez y su cohorte! Vivir de la mentira te lleva a embarrarte en su fango, y fenecer en él. La ciénaga de la mentira, si caes en su almarjal, tiene un final catastrófico. Y la euforia de los otros: excesiva, creo yo. ¿Pero para qué escribir de estas cosas terribles y absurdas? Y lo he dejado. Mas de pronto se me ha detenido ante los ojos, como una luz de aurora, la idea del descanso. «¡Ah, descansar!» «¡Voy a intentarlo!», me he dicho, como el que bebe un vino generoso. Y recordando el refrán que dice: «Quien a su tiempo descansa, rinde el doble y no se cansa». Voy a descansar un tiempo, Diario; voy a pensar líquenes y estrellas, a enhebrar silencios, a corregir defectos, a ensayar maneras nuevas de alabar a Dios, a rezar con pausas largas –contemplación–, a conversar conmigo mismo, a gozar con las palabras, sin tener que escribirlas: he descubierto que se saborean más con solo pensarlas, como el que se queda con el hueso de un melocotón dándole vueltas y vueltas en la boca, en un deleite sin fin. Saco el pañuelo, lo agito en alto, me despido, y digo: «Hasta pronto, amigos, Dios me entiende» (11:54:46).
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