2 de julio de 2022. Sábado.
EL LIBRO Y EL SOLITARIO, O LA SOLEDAD ACOMPAÑADA
EL LIBRO Y EL SOLITARIO, O LA SOLEDAD ACOMPAÑADA
-Al libro se le redime de su soledad con la lectura, como al ser solitario
lo redime una mirada amiga; hoy he
seguido a un solitario con un libro bajo el brazo, los rodeaba a ambos el
silencio. «El libro y el solitario, o la soledad acompañada», me he dicho. Ambos, el libro y el solitario se acompañan de soledad, y del silencio que
los aboveda, que los hurta del ruido, donde existen los afectos; el uno, libro,
el otro, persona, ambos sensibles a una mirada amiga, si los acompaña la soledad. Seguir a un
solitario con un libro es irse a la soledad con ellos, para llenarla, si se
complementan entre ellos. El libro, como el solitario, anhela una mirada
cómplice, mirada que el solitario puede prestar al libro y que el libro puede
devolver al solitario en forma de palabras que, aunque no tengan voz y carezcan
de ojos, son, sin embargo, decir y mirar, y embeleso. No hay nada como el mirar
de la página de un libro cuando se la está leyendo; mirar que puede llevarte a la
emoción y convertirte en cómplice de su piedad o impiedad, de su risa o de su
drama, de su humor o de su utopía, haciéndolo todo amor. Todo. De este modo, el
solitario mira al libro y el libro, a su vez, mira al solitario, y, en la
lectura (en esta visión mutua), ambos se realizan y se encuentran; y, así,
diciéndose cosas, sus cosas, intimidades suyas, y aun poniendo alguna lágrima
de por medio, ambos llegan a darse compañía, y, al fin, Diario, a enamorarse. Dios también está en los libros (17:36:12).
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