jueves, 27 de octubre de 2022

27 de octubre de 2022. Jueves.
REZAR A DIOS SIN PALABRAS

Rezar es poner voz a lo que no la tiene. 

-Salgo al balcón y me lavo el rostro con el sol de entre tules del otoño. Más tarde se enfurecerá un poco, pero es un sol amable, sin agujas que puncen, sin demasiados lobos, como los del verano, que muerdan. Yo digo con George Eliot –seudónimo de Mary Ann Evans– que si fuera pájaro volaría sobre la tierra buscando otoños sucesivos. En primavera, se abren flores y hojas en los árboles, mas como diría Albert Camus, el otoño es una segunda primavera, en la que cada hoja es una flor. Mañana, pues, de luz y azul luminosos, fervoroso rezo de amor de la naturaleza a Dios. Las cosas, con solo su presencia, rezan a Dios. Es posible rezar a Dios sin palabras, con solo dejarse ver. Mi oración, cuando de las cosas pasa a Dios, es oración de las cosas. Yo les pongo las palabras que a ellas les faltan, interpretando sus silencios. Como cualquiera que ora. Los silencios de la rosa, de la cumbre nevada, del canto de las aves, del manantial que corre ladera abajo con la bella melodía de su música. Toda esa belleza proclama la belleza de Dios, de la que participa. La naturaleza no es Dios, pero habla de la belleza de Dios. Fue lo que hicieron San Francisco de Asís con su Cántico de las Criaturas: «Alabado seas, Señor, en todas tus Criaturas»; o el cántico de los tres jóvenes Ananías, Azarías y Misael, en el libro de Daniel: «Criaturas del Señor, bendecid al Señor…» En esta mañana de otoño, Diario, yo digo con el salmo 150: «Todo ser que alienta, bendiga al Señor», y de este modo celebro yo, con las cosas, a Dios (17:58:58).

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