lunes, 31 de octubre de 2022

31 de octubre de 2022. Lunes.
SIN RESPUESTAS

Mirando con ojos de vacío, en Cartagena, Ruinas.

-Halloween, o fiesta de la muerte. O si se quiere, el antónimo de fiesta: tristeza de muerte. En la era de la técnica y la ciencia, y el salto a las estrellas, y la alta ilustración, se recuperan fiestas paganas que recuerdan lo más oscuro y lúgubre de tiempos pasados. Tiempos de demonios y brujas, y esoterismos bárbaros. Se estigmatizan costumbres irracionales de antaño, y, sin embargo, se recuperan otras que son brutales y groseras. Las primeras celebraciones de Halloween se hacían para honrar a un tal Samhain, o «señor de la muerte». Es, como se ve, una especie de humor negro. Festejar la muerte. O quizá Halloween sólo sea una excusa, otra más, para la diversión ilusa y desesperada de una sociedad enferma. En esta sociedad del exceso y la incontinencia, todo vale con tal de salirse de la norma y establecer la arbitrariedad como ley. La ley de la sinrazón, que diría Ortega. ¿Diversión? En estas fiestas, se salta, se vocea, se bebe, se suda. Y, en algún caso, como arácnido vigilante, la droga. El olor de estos locales donde se celebra el Halloween debe ser agrio, abrupto, de urinario de cervecería sucia, abandonada. El olor y el sabor. Saborear, masticándola, la acidez del sudor, el propio y el del vecino. La nueva filosofía. Y, de pronto, la tragedia. Sin la grandeza de las clásicas, que aquellas enseñaban humanismo; es decir, comportamientos dignos. De pronto, el chispazo (cualquier cosa), y la avalancha, el sálvese quien pueda. 151 personas caen sin remedio, en Corea del Sur. Y el «señor de la muerte», al que se festejaba, se cobra unas muertes más. Mejor, unas vidas más. Y en una tragedia terrible, por inútil. Yo he rezado por estas muertes en Corea; pero más por los padres, que, como cualquiera, Diario, se preguntarán el porqué, sin hallar respuesta, quizá; o sí, la respuesta –diría un psicólogo– de la locura (17:58:19)

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