24 de marzo de 2015. Martes.
MARTES Y 24
Modesto homenaje, en el jardín. Víctimas accidente avión en Alpes franceses. F: Fotvi |
-Hoy es martes y 24 (no 13) y la lluvia vuelve a amenazar, pero sin caer.
Si fuera martes y trece, quién sabe los chuzos de punta que caerían. Pero casualidad
que sólo es martes y veinticuatro, y me temo que sólo lloverá en la mente
isobárica del meteorólogo de turno. Con todo, como Dios aquel día que se
encontraba raro y pensó ir al teólogo -viñeteó Mingote -, aquí en el sureste,
el tiempo debiera ir no al meteorólogo sino a la realidad, tan terca en no llorar
sus lluvias ni siquiera haciendo añicos los anticiclones más severos, que las
impiden. Y estaba escribiendo estas líneas de amor y odio de la lluvia con
nuestra región, cuando leo que se ha producido otra tragedia, una más, la de
cada día, que nos hace estar siempre alerta ante el dolor. Un avión se
precipita en los Alpes en la Alta Provenza, en Francia. Ciento cincuenta
muertos. (Entre tantas vidas cortadas, dos bebés y sus madres, y catorce jóvenes
estudiantes). El dolor no reposa, no da tregua, es un animal que no cesa de intentar
morder y lo logra, tantas veces. Nunca hay dicha total. La felicidad es sólo un
fragmento terrible en nuestras vidas, que siempre cede el paso al sufrimiento. Fragmento,
y terrible, porque no dura, y porque toda felicidad es un mal acostumbrarse, como
un ir de copas, quizá, y caer luego en la hiel de la resaca. Gozas, ríes, y de
inmediato se te aparece el diente encendido y execrable del dolor, que arde al
morder. Pesar y oración, Diario, o una pequeña luz en la tiniebla de la desesperanza.
«¿Cuándo se nos otorgará el privilegio de respirar aire fresco?», pedía Ana
Frank en su Diario, antes de morir en
Auschwitz (21:01:31).