23 de noviembre de 2015. Lunes.
GOLPE
Golpe de gracia, en el jardín. F: FotVi |
-Cada vez, me acompaña
menos la visión. Principio de cataratas llaman a esta caída de tensión visual,
que no sé por qué recibe este nombre, si cada vez está más alejada de la
cascada de luz que la rodea. Hablan de catarata, para indicar ceguera o cierre
de cortinas. Terrible eufemismo. Digo que cada vez veo menos, pero leo más. Y
leo más, porque temo que me va a faltar tiempo. Y es que la lectura alegra la
visión, aunque ésta sea precaria y ermitaña, casi huida del espiritual y alegre
ruido de la claridad. Leo a André Rovsseavx, que hace reseña, entre crítica y
admirada, de Henry Miller, del que afirma que, desde la obscenidad más irreverente y hermosa, y poética, describe al hombre
en su historia trágica y enferma, demoledora; obscenidad, alega, que, destruyendo,
quiere construir. Henry Miller decía en Trópico
de cáncer (1934): «Desde hace cien años o más, el mundo, nuestro mundo, se
muere (…) El mundo se deshace en podredumbre, se muere a pedazos. Pero necesita
un golpe de gracia, por el que quede reducido
a polvo». Miller hablaba de una bomba, real, que lo destruyera todo, para que de
las cenizas de esa destrucción, de ese caos, renaciera todo, como una creación nueva.
Y es verdad: necesitamos un golpe de gracia,
pero de otra Gracia, sin duda, pues quien precisa ser salvado es el hombre, y
con el hombre, la tierra. No se trata de la salvación de los pueblos, sino,
antes y con penuria de tiempo, de la salvación del Hombre, puesto que -sigue Miller-
«él es la tierra, fuego de la tierra, agua, aire, materia mineral y vegetal,
espíritu de la tierra que es cósmico, imperecedero…» El hombre, Diario, espíritu
imperecedero de la tierra; es decir, inmortal
(20:08:17).