10 de marzo de 2016.
Jueves.
EL
BOSQUE
Bosque y luz, en Arenales y Salinas. San Pedro del Pinatar. |
-En el bosque, donde los rayos de sol y las aves
entonan madrigales al silencio, la vida vegetal se hace confluencia, reunión,
misterio. ¿Será el bosque -me he preguntado alguna vez- pueblo, aldea, ciudad
arbórea? ¿Se relaciona el bosque? ¿Conversa? ¿Aun el pequeño bosque? En el
bosque hablan las aves, el viento, la tormenta, hasta que los acalla el silencio. ¿Falta en el bosque diálogo? ¿O quizá esconde un lenguaje arcano que sólo oye quien,
con humildad, en él se adentra y escucha? Escribió Jorge Teillier, poeta
chileno: «El bosque cierra sus párpados y me encierra». En el día Internacional
de los Bosques, me dejo encerrar en sus párpados, y así llorar con ellos la
deforestación del planeta, o nuestra propia desnudez interior. Desnudos de
sensibilidad y vestidos de pavorosa soberbia, moriremos de astenia o
agotamiento espiritual, seremos sólo polvo, y no, como realzara Quevedo en aquellos
sus versos celestes, «polvo enamorado». Sociedad enferma la nuestra, que, salvo
el dinero y el poder, y el goce sin norma, apenas la enamora nada; sociedad de
carrizos quebrados, de momias que hablan y gesticulan, de pavos reales sin
realeza, la realeza de la dignidad. El día del bosque debería ser el día de la
vida, de la inocencia vegetal, el día de dar -oxigenar el planeta- sin recibir
nada, o muy poco, a cambio. El bosque es el templo de la oración sin palabras,
del silencio orante. Es la basílica donde más se respira la trascendencia, el esplendor
de lo invisible, el tacto de lo intocable. En el bosque, Diario, Dios habita
sin notarse, sólo fluye, para quien se deja envolver por su imperceptible aura,
como aliento o respiración -o ligera brisa- (13:31:09).