13 de mayo de 2016. Viernes.
DE CRIPTA
-Sé que no soy feliz -decía aquél-, pero disimulo para
que no se alegre mi enemigo. La felicidad es corta y caprichosa, y muy
arraigada y asidua, por el contrario, la desgracia. Pero así como la desgracia necesita
de grandes eventos para ser sentida, para saberse a sí misma infortunio -una
pérdida entrañable y única, un desgarro sentimental, el día a día monótono y difícil,
desesperante…-, la felicidad es más sencilla en sus afanes, y puede lograrse
como decía Tolstoi con sólo apreciar lo que se tiene y no desear en demasía lo
que no se tiene. Porque la felicidad es más interna, de cripta, que externa. La
luciérnaga es feliz porque aprecia la luz que ella irradia, se sabe iluminada, y
no añora la luz del sol, porque la luz del sol la apaga, hasta convertirla en una
oruga más. Como la luz de la luciérnaga, Diario, la felicidad nace de la humildad,
de saber llenar de luz interior aquello que uno hace, y, sin aspavientos,
creerlo sublime (21:31:42).