22 de mayo de 2016. Domingo.
JUECES
Mosca al contraluz (sin interpretación), en el jardín. F; FotVi |
-No sé por qué tengo la impresión de que hay jueces
que más que juzgar componen; según se lo pida el cuerpo, o la ideología, o la ocasión,
o el estar o no en el estrellato judicial, hacen de las leyes pentagrama musical,
sobre el que componen sentencias. No es que yo dude de la integridad moral de
los jueces (¡no lo quiera la ciega y ecuánime y lúcida Justicia!); sólo digo
que a veces se tiene la sensación de que los jueces son compositores de
sentencias; hacen sentencias que pueden sonar o a rock crudo y valentón, o a rock
lírico y de fácil digestión, según. Las leyes están ahí, solemnes, con su
cuerpo legal articulado según materias jurídicas, intocables, casi como un ente
sagrado, y lo son, hasta que se interpretan o glosan, para convertirse,
entonces, en híbridas e intercambiables, movibles, interesadas. Los jueces, ungidos
con el don de la exégesis y de la hermenéutica, del percibo más allá de la ley,
hacen que lo que se ve rosa en el texto, salga rojo en el desenlace o resolución
de la sentencia, o al revés; es decir, de pronto, las notas musicales de la ley
se han convertido en un tango o en un vals que tocar bajos los románticos puentes
de París, según. Es, Diario, la magia de la interpretación, de la componenda, del
acomodo. ¡Qué decir! Con siete notas, el músico puede componer o una sinfonía o
un pasacalles con el payaso aventando risas, mientras, por dentro (¡pobre
payaso!), se muere de tristeza (20:57:52).