30 de julio de 2022. Sábado.
DÍAS CRUJIENTES, DE CALOR
DÍAS CRUJIENTES, DE CALOR
-Ha vuelto a ser éste, como el día de Santiago, un día crujiente de
calor, sólo ha faltado el canto de lija de las cigarras. «Calor con mitra y
corona», me he dicho; calor, pues, pontifical y coronado, y subido en cátedra,
además. El calor produce sudor, que de
la cabeza a los pies te invade como una unción sagrada; transita pegajoso y se
va agarrando como con tentáculos a la piel; manosea como un obseso del tacto
con sus ventosas; menos mal que los tentáculos del calor no son urticantes como
los de los pólipos o medusas, que te tocan y fastidian. El calor, con todo, aún
no pica, no sabemos qué ocurrirá con el cambio climático. A lo mejor, con el
tiempo, dejan de picar las medusas (o los pólipos) y se torna urticante el
calor. ¿Y si, con el cambio climático, dejaran de sonar las cigarras y lo
hicieran los caracoles, por ejemplo? ¿Os imagináis una estela de caracol
sinfónica? ¿Sonaría a pífano o a oboe; quizá a desgarro de guitarra o a
pizzicato de violín? No quiero ni pensarlo, por maravilloso: el mundo sonando a
música de estela de caracol, como en la noche suenan la estelas de las
estrellas, silbo que apenas se oye; aunque yo abogaría porque no dejaran de
sonar, a su vez, las cigarras; sin su música lijosa se apagaría la fábula de la
hormiga y la cigarra y La Fontaine se moriría de pena, en la Historia. Y a la Historia llorando, a cada instante, la muerte de
pena del fabulista francés. ¡Uf! Me estremezco sólo de pensar una cosa así,
Diario; es mejor que todo siga como está, ¿no?, y Dios en la cúpula celeste
bendiciendo nuestras pequeñas y maravillosas cosas, las que nos fastidian y las que nos dan
felicidad; es decir, Dios bendiciendo nuestra vida, que es una de cal y otra de
arena, barro e ilusiones, vulgaridad y sueños que contagian, y estremecen (17:59:26).