25 de octubre de 2022. Martes.
CUMPLIR AÑOS
CUMPLIR AÑOS
-Ayer día de alegrías, con aleluya de Haendel al final. Pero, como todo en la vida, las alegrías pasan y queda el sedimento, lo que pesa. Y lo que pesa son los años cumplidos, tantos, que me da pudor decirlos. Podía haber cumplido Ilíadas, Antártidas, o naranjas de la China, pero ayer cumplí años. Siempre me ha gustado cumplir años, para, al momento, “descumplirlos”. A cada año que cumplía, recuerdo, quitaba uno, desde los dieciocho. Y, así, sin mentir, no pasaba de los 18 años cumplidos. Sin embargo, lo de cumplir años es maravilloso: hay quien se acuerda de ti (y más si andas por las redes sociales) y además puedes desactivar el cumple y activar el quita. En vez de un “quita y pon”, es un “pon y quita”. O tratándose de determinados políticos, sátrapas, enloquecidos mercaderes financieros, bueyes almizcleros, etcétera, los hay que quitan y no ponen. O, con el tiempo –y si los cazan–, ponen un poco de lo que han quitado. Es decir, se lo llevan crudo. De 30, según filosofía matemática de Cantinflas, me llevo tres; me llevo tres y restan veintisiete, los que quedan. Como diría Borges, no es una metáfora: «Quizá la historia universal –escribe en La esfera de Pascal– es la historia de unas cuantas metáforas». No. Es la tersa y terca realidad. Buen, decir que ayer cumplí años y me sentí feliz, porque te das cuenta entonces de la cantidad de amigos que tienes, de su cercanía y calidad humana, de su cariño desinteresado. Esas son los gozos y aleluyas por los que –pienso– debe andar Dios. Luego, Diario, caigo en una alicaída añoranza: los años que pasan, me digo, y no volverán, y esto me llena de tristeza, o el poso del café; para, al momento, respirar hondo y decir: «¡Pero son años que he vivido, míos!», y, con gozo, vuelvo a los aleluyas, sin complejos, con vuelos en los ojos (17:39:55).