18 de noviembre de
2013. Lunes.
CON LA PALABRA
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Helor de espinas, en el jardín. F: FotVi |
-Los Parlamentos
o Congresos, o Cortes, o Cámaras autonómicas de Vaya-usted-a-saber-qué, están,
según me enseñaron de niño, para parlar; o sea, se le da la parla a alguien y éste (haya quien
escuche o no) parla, verbosea (palabra que no existe), raja (cuenta mentiras),
se despepita, mete baza, platica, y, alguna vez, habla. Es decir, dice; o lo
que es lo mismo: manifiesta con palabras (existe el rebuzno, que no es palabra,
aunque exprese cosas), manifiesta con palabras, digo, lo que piensa.
El pensamiento, que como potencia
del alma, es conocimiento y libre albedrío (Santo Tomás), forja ideas y las
hace realidad, himno o graznido, en las palabras; en la palabra el pensamiento
suena como idea, que es el inicio y la expresión de las cosas. En Dios, primero
fue la idea, luego la palabra, y, al fin, la creación, o el estallido del Big
Bang, que aún sigue corriendo, viajando, y recreándose. Y el hombre, con ser lo
más frágil y pequeño, es sin embargo, en el alma y sus potencias, lo más
grande; grandeza que, a veces, se hace miniatura, parvedad, a causa de la
estupidez.
Quedamos que en los Parlamentos o
Cortes se parla, se habla, y se hace con palabras. La espada, el bofetón o la
patada en sálvese la parte, están prohibidos; el reglamento no los admite (o no
debiera). Pero hay un Parlamento, el de Catalunya, donde se parla sin palabras;
allí los hay que, en vez, de pedir la palabra, piden la sandalia, y, concedido
el permiso que se toman, la sacan a parlar. Y como un cristobita, blandiéndola,
la hace habla, discurso. A ella, que, aunque huela mal (quizá sea esa ese su arenga),
no tiene voz, un histrión de cabeza cuadrada le pone voz, y entonces habla amenazante,
cursimente amenazante, crecida.
Y dirigiéndose la sandalia a su
adversario (político), le ha espetado cosas como éstas: gánster, nos vemos en
el infierno, fuera la mafia, y otras literaturas. El enfrentamiento ha sido entre
una sandalia (política) y un ex,
político y banquero (¡vaya compuesto!); la sandalia hablaba por boca de un tal
Fernández, rojo extremo, y el ex al
que se dirigía la sandalia enarbolada, se llamaba Rato, azul de en medio; y
entre el azul y el rojo (y a partes iguales), el odio ha vuelto a ser ave de
mal agüero en el Parlament de Catalunya. Una vez más.
Y vuelve entonces el
poeta (o el profeta): «Españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios, / una
de las dos Españas / ha de helarte el corazón». Es decir, vuelve Machado, y, sin
blandir sandalias, intenta abrir caminos de nuevo, Diario, pero con la palabra,
sólo, prescindiendo de chancletas y otras armas arrojadizas (19:15:54).