4 de mayo de 2015. Lunes.
COLMADA DE
PLENITUD
Madre Francisca, o madre excelsa. F: FotVi |
-Pasado el día oficialmente mercantil de la madre, yo sigo celebrando el
día personal y obligado de mi madre. Como cada día. La llevo en el recuerdo y
en los labios; labios donde la pongo, diciéndola, con frecuencia. «¡Madre!»,
digo. Y, como el hueso de la cereza o el melocotón, y luego de haberla
masticado, comido, exprimido durante toda mi vida, la encuentro todavía dulce y
hermosamente amarga; es decir, madre almendra, almendra total. Murió con todo su
ser de madre todavía y un poco de cuerpo y sonrisa (irónica) apenas. Bien
mirado, y pareciendo tan poca cosa, era todo el universo, con todas sus
verdades y misterios, y dilatándose siempre, enfebrecida por darse siempre. Y, habiéndolo
dado todo, murió, sin embargo, colmada de plenitud. En su vejez (99 años y unos
meses), apenas había ya cuerpo en ella; pero seguía habiendo madre, madre
excelsa; es lo que sucede a estas personas únicas y varias, y memorables. Rezaba
y rezaba («Seis rosarios y lo suelto», decía, al día) y casi nunca por ella; también
daba los rezos, como había dado los ojos, las manos, los pasos, la vida. Y aun
las lágrimas. Cuando murió su hijo Javi, su predilecto, pudo decir, con todo
amor: «Ya no me quedan lágrimas para llorar». Y quedó llorando por dentro, donde
las lágrimas arden. Y sin nada, murió rica, Diario; es decir, murió con todo lo
que había dado. Gran riqueza la suya (20:15:04).