25 de marzo de 2018. Domingo.
EL RAMO DE OLIVO
Se anuncia la vida, en el jardín. Murcia. F: FotVi |
-La palma
y el ramo de olivo, agitándose, haciendo alabanza, y sin palabras. O solo con la
palabra de su presencia. El simple hecho de estar, ya es habla, lenguaje,
silabeo. Silabear silencios, que diría el poeta. El movimiento de la palma y el
ramo de olivo vienen de la mano, y, en la raíz de la mano, anda el corazón, donde
hablan los afectos, las convicciones, la fe, que saltan a la mano y de esta al
ramo, y en él se celebran acontecimientos: que Jesús entró solemnemente en
Jerusalén, aclamado por la multitud. Y se agitan, para expresar el gozo o la
exultación. Hoy, cuatro ancianos -cargados de hombros y con ojos pesados- hemos
celebrado el ¡hosanna! del domingo, para, como ha dicho el Papa, «no caer en el ¡crucifícale! del viernes». Hosanna, palabra hebrea, que significa
«salva ahora». Así que, cuando agitamos en nuestras manos la palma o el ramo de
olivo, y clamamos ¡hosanna!, estamos
gritando: «¡Sálvanos ahora, Señor!». De una vez, pues, aclamamos, adoramos y pedimos
-todo en racimo-, aquello que necesitamos. ¿Y qué necesitamos? Ser salvados; en
primer lugar, de nosotros mismos; y en lo sucesivo, de todo lo demás: como del
pecado de la injusticia, la altanería, el narcisismo, la avaricia, el engreimiento,
el relativismo… De tantas cosas. Hoy, domingo de palmas y ramos, ha dado
comienzo, Diario, la subida al calvario de la iglesia, para así, poder atisbar,
desde él, el despuntar de la vida, de la resurrección, de la liberación definitiva
(20:34:21).