9 de enero de 2019.
Miércoles.
SIN
INTERNET
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Un poco exagerado, pero cierto. El País. |
-Después del dulce y
suave caramelo del sol, llegará a Murcia el frío polar, que será un suplicio
para el limón, las lechugas y los alcaciles: en la madrugada, cuando baje el
termómetro, los cítricos y hortalizas se vestirán con gasas de cristal y se
helarán, y parecerán piel de viejo arrugado. La naturaleza, a veces, se viste
de fantasma –de blanco– y asusta. Esta mañana, de pronto, me he encontrado
desahuciado de internet. Y sin internet, no soy nadie. Lo primero que hago por
la mañana es abrir los periódicos en el portátil y ponerme a leer. Luego de su
lectura, escribo; sin ese primer trago de lectura, soy incapaz de escribir. Es
como tomarme el primer café de la mañana. O sea, rezo –es una de mis
adicciones–, leo los periódicos, que mezclo con otras lecturas, y escribo. Empiezo
por el ABC, sus artículos que me ponen al corriente de la actualidad, sigo por
El País, la viñeta de El Roto, luego El Mundo, donde me asomo a Raúl del Pozo, y
así hasta dar con El Español, donde me canso de leer cosas interesadas, y me
pongo a escribir. Salvo cuando voy de viaje, que entonces rezo y dejo atrás
todo ese mundo confuso y contradictorio que es la prensa. Desde luego, un mundo
de intereses y de determinadas inclinaciones políticas, sin vuelta de hoja. Lo
que en unos es bello, en los otros es feo, lo que en unos es bueno, en los
otros es malo, y así hasta el infinito. La libertad de expresión, dicen. Y lo
que sucede al final, Diario, es que no me fío de ninguno, y así en mi cabeza
queda solo aquello que me gusta y convence, y que va con mi idea de lo que es la vida y
sus aledaños, ese don (don de Dios, por creyente) tan extraordinario y tan frágil, tan atado
al tiempo y al espacio, tan dado a ganar minutos y a perderlos. Es decir, la existencia,
o esa cosa maravillosa (18:48:07).