domingo, 21 de junio de 2020

21 de junio de 2020. Domingo.
LA LUZ

Plaza de las sillas, en recuerdo del Holocausto. Cracovia. Polonia. F: FotVi

-Abro los ojos y contemplo la luz del día, su inmensa y abierta claridad. «Siempre la claridad viene del cielo», dijo Claudio Rodríguez. Poeta. El cielo llueve claridad, como llueve vuelos y lejanías, y, en la noche, estrellas. Anoche vi un charco lleno de ellas. Lo moví con la mano y, como un cristal, todas se hicieron añicos. Sin embargo, saqué la mano y se recompuso; fue otra vez el cielo y sus estrellas. Hoy, en la misa, he oído decir: «No tengáis miedo». Les hablaba Jesús a sus discípulos, en la intimidad, en un día de miedos. El miedo nace en la mente, se adentra en el corazón y corroe la vida, como la carcoma un retablo de catedral. No tengáis miedo, dice Jesús: ¿De quién? De los hombres y de las circunstancias en que, a veces, aquél tiene que moverse; ejemplo: el coronavirus. Se puede perder la vida, pero no el espíritu, el alma, que es donde se ensamblan, se hacen una, Diario, nuestra existencia y Dios, que es la auténtica y definitiva vida, la del encuentro entrañable con él en la eternidad, donde se acaban las aristas y los horizontes, pues todo es amor (17:56:40).

sábado, 20 de junio de 2020

20 de junio de 2020. Sábado.
LA «DESESCALADA»

Áloe cabizbajo, nadie lo recordará. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Se apaga el coronavirus y llega, con fuego de dragón en la boca, el verano. El solsticio de junio entra en todo su esplendor, tirando de las temperaturas hacia arriba, como si el sol las llamara. Para calentarlas y dejarlas ir luego y que incendien el mundo, dorándolo en piscinas y playas donde cierta parte de la humanidad se echa, descalza, indolentemente. Es decir, vistiendo el tiempo de oro y toalla, de gotas de agua y piel. España, entretanto, se abre –como el águila– y empieza a bajar de lo alto la escalera del coronavirus. O la «desescalada», palabra que no está en el diccionario. Invento del gobierno –gobierno inventor de neologismos–, que, sin embargo, no acierta a dar la cifra de muertos que ha habido –se trastabilla cuando lo hace– a causa de la pandemia. Les invito a que inventen otra palabra que diga y no diga lo que es morir en este paraíso del «donde dije digo, digo Diego», o el «ahora digo Diego, donde antes dije digo». Tanto es así que con Emily Brontë, poeta británica, se podría decir: «Ah, en la hora en que deba morir, / lo haré sin identidad». Sin apellidos, sin nombre, no he sido: nadie me recordará. Solo, Diario, quien me ame (18:51:05).

viernes, 19 de junio de 2020

19 de junio de 2020. Viernes.
CANTAR UN HIMNO

Alegría de vivir, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi


-Hoy, con mi madre que está en los cielos, me he sonreído y alegrado por el triunfo del Real Madrid: 3-0, frente al Valencia. Y he recordado aquella noche –estaba ya muy malita– en la que entré en la habitación donde descansada y le dije: «Madre, hemos ganado 3-1». (Antes había entrado a decirle que perdíamos por 1-0. El Madrid jugaba contra el Zaragoza en el Bernabéu). Y, como el que no quiere, con su pícara sonrisa y su gracia a prueba de desgracias, me dijo: «¡Un rosario a San Antonio me ha costado!» «Un rosario a San Antonio», me dije. No entendía qué tenía que ver el rosario con San Antonio. Pero reí y salí reconfortado de la habitación. A pesar de los años, 97, seguía con el espíritu joven y su sentido del humor alentando optimismo a su alrededor. Se durmió en paz, y, entonces, el que rezó fui yo, para darle gracias a Dios por el milagro de su vida, que fue siempre luz y camino, alegría y libertad, fe y plegaria para mí. Anoche me dormí sin saber el resultado; esta mañana al ver el 3-1, se me han llenado los ojos de palomas. Y lo he celebrado, pensando en mi madre, que, en la paz en que descansa, habrá sonreído y mirado a San Antonio con mirada cómplice, y ambas miradas se habrán entendido, haciéndose un guiño de santidad. En el confinamiento, Diario, viene bien cantar un himno a la vida, aunque sea el de la oda de Schiller a la alegría: «Todos los hombres se vuelven hermanos, / allí donde se posa tu ala suave», alegría (12:41:12).

jueves, 18 de junio de 2020

18 de junio de 2020. Jueves.
LOS AHOGAN CON CUENTOS

La luna que habla, así empieza el cuento. Torre de la Horadada. F: Fotvi

-Murcia se viste de nubes pardas, un vez más. Nubes que, como la lana a las ovejas, le darán más que calor. Hay que esquilarla para que lleguen a su interior rachas de aire fresco: así Murcia se verá libre de sus fuegos. Después de cuatro meses, inactivo, mi coche no arranca. Como el místico que olvida la oración contemplativa, o el asceta que no hace penitencia, o el maestro que no lee y no se pone al día para dar sus clases. Se agostan, se secan. No dan fruto. Dice Raúl del Pozo en el Mundo que «hay que presenciar el debate en el Parlamento como un espectáculo». Si no nos costara tanto, sería un espectáculo circense divertido, reconfortante; pero resulta que, a pesar del virus, no ha habido ningún actor de este circo que haya dejado algo –una pizca siquiera–, de su sueldo para reconstruir lo que el bicho ha deteriorado o destruido. En algún lugar, hasta se han subido los sueldos. No está mal la diversión: qué risa da verlos estornudar, desbarrar, encolerizarse de mentira, para luego salir tan ufanos del hemiciclo, como héroes de un cuento maldito o mal contado. Y es que, como diría, León Felipe: los gritos de angustia del hombre y su llanto «los ahogan con cuentos»; y la gente, al contrario que el poeta, Diario, no aprende, no se sabe «todos los cuentos» (19:21:18).

miércoles, 17 de junio de 2020

17 de junio de 2020. Miércoles.
POR ENTRE OLIVOS

Olivo en flor, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Ayer salí al patio a pasear por primera vez desde que empezó el confinamiento; iba con mascarilla y con prudencia y, a qué ocultarlo, con miedo. Desde el 15 de marzo hasta el 11 de mayo, día en que salí a la barbería a podarme la melena, había permanecido encerrado en casa. Ya me dolían las cadenas. Sobre todo me dolían en la mente –¡oh, libertad!–, más que en las manos. Y luego otra racha de enclaustramiento, esta vez desde el 11 de mayo –con más grilletes–, hasta ayer 16 de junio. Ayer, por fin, salí y sentí la naturaleza tan cercana que me dieron ganas de besarla: en el olivo. O morder una aceituna y llenarme la boca de su crisma, es decir, de su aceite, con el que se consagra nuestra cultura. Hay un refrán que dice: «El olivo, no es un presidario, no lo trates con vara, sino con la mano». Y otro. «Cuando esté en flor, no toque el olivo el labrador». Y Miguel Hernández: «Jaén, levántate brava / sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava / con todos tus olivares». Ayer, mientras daba pasos por entre los olivos del patio, me venían a la memoria estos temas que hablan de respeto por el árbol y de abrir rejas. Es decir, de dar cabida en nuestra vidas a la paz, para que se sosieguen las conduzcas y se nos conceda, paseando por entre olivos, al atardecer, Diario, un poco de luz y esperanza (18:14:51).

martes, 16 de junio de 2020

16 de junio de 2020. Martes.
TAL VEZ LA CORDURA

Oro en el azul. Torre de la Horadada. F: FotVi

-En el sueño, veo a un vencejo que se pierde en lo más profundo del cielo, y, al volver, lo hace todo pintado de azul. Como el que se zambulle en un bote de pintura. Y, en el sueño, siento envidia de él. Y es que en el azul andan el amor, la sabiduría, la meditación, la pureza, el desapego de las cosas materiales. El azul se hace todo espíritu que vuela, que aletea hacia el infinito. Yo diría que es el color de los santos, de aquellos, como San Juan de la Cruz, que, dejando a un lado las cosas de este mundo, se enfrascaron en la contemplación. Contemplar es recogerse en azul, en el amor más excelso, llamar a la puerta de trascendencia y dejarse envolver por ella. Es esta la razón por la que, cuando despierto, entro en tristeza y desorientación: nada coincide con lo que he soñado. Pero no desespero, e intento, despierto, volver al sueño, y, con el vencejo, perderme en las arcadas azules del cielo y volver todo calado de azul, y, así, Diario, poder llover de azul el mundo y vestirlo de sus virtudes, como el amor o la sabiduría, o tal vez la cordura (18:04:58).

lunes, 15 de junio de 2020

15 de junio de 2020. Lunes.
VUELOS AL MÁS ALLÁ

Al más allá: pasar las nubes. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Duermo, despierto, rezo, y a escribir, he ahí el programa de mi vejez resumido. Lo del desayunar y comer, se sobrentiende. Y lo del leer. Si no lees, no recibes, y si no recibes, te haces sequía, y no das cosecha. La lectura de lleva a querer volar, y, en aquello que escribes, vuelas. Leyendo sales de ti y te metes en la carne de las palabras, en sus, a veces, laberínticas y peligrosas estancias, en sus voces extrañas, y, cuando sales de ellas, sales liberado y, como el vencejo, con deseos de volar más y mejor, echando vuelos hacia el más allá. «He vencido al Minotauro» –te dices–. El hilo de Ariadna –la lectura y la posterior reflexión, sus destellos–, te han salvado. Sin embargo, leo la prensa, y es desbandada, confusión. Dan ganas de llorar, nada es seguro, todo depende de la ideología, del color del cristal con que mira el periodista. ¿De quién fiarse? «¿Quién camina por sendas de verdad?», se pregunta el Evangelio. ¿Pagados? ¿Iluminados? Solo me queda recordar a Albert Camus: «Un hombre sin ética, es una bestia salvaje soltada en este mundo». La ética, según recuerda la filosofía: es el «fundamento de todos los valores», y el principio de todo buen gobierno, Diario, que se precie. Y de todo periodismo responsable, sin velamen de barco pirata, a la vista (12:44:09)

domingo, 14 de junio de 2020

14 de junio de 2020. Domingo.
 LA FIESTA DEL PAN Y EL VINO

Caritas, la alegría del pobre. Símbolo.

-Una rebanada de pan y un poco de vino en una mesa, rodeada de comensales que hablan, parten, y comen de ese pan y beben de ese vino. Gente sencilla: pescadores los primeros y ahora, en nuestro tiempo, personas corrientes que trabajan, y, a veces, cuando surge la dificultad, miran al cielo. Mirar al cielo es una manera fácil de darse con las estrellas, y llegar a su luz. A su esplendor. Un poco de pan, pues, y un poco de vino, y unos comensales. Y Jesús, como uno más, que dice: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre». Pan de vida que abre el camino hacia Dios. Pero desde el compartir. Los discípulos de Emaús reconocieron a Jesús al partir el pan. Y si se parte el pan es para darlo; hoy, fiesta del Cuerpo de Cristo, se celebra el día de la Caridad. No puedes estar comiendo este pan y beber de este vino y olvidarte del que no tiene qué echarse a la boca. Hay una relación perfecta entre la comunión de la Iglesia y la comunión de los pobres. El pan de la Eucaristía se reparte; el pan de casa, humedecido con el sudor de nuestra frente, quizá, debe compartirse con el hambre del pobre, pues la pobreza enriquece ese bocado. Recuerdo que cuando llegué a mi primer destino, Casas Nuevas, pusieron una mesa y en ella pan y vino. Y yo pensé, aquí puedo celebrar la santa misa, y mordí el pan y bebí el vino como el que es invitado a un gran banquete, Diario, el de la alegría del pobre (19:29:38).

sábado, 13 de junio de 2020

13 de junio de 2020. Sábado.
FELICIDADES

San Antonio de Padua. Greco. Museo del Prado. Madrid.

-Hoy me levanto con una palabra en la boca: felicidades. En primer lugar al santo origen de la causa: San Antonio. Que nació en Lisboa y acabó siendo apellidado de Padua. Fue un santo peregrino, desde Portugal a Marruecos y, desde ahí, a Sicilia, donde lo desplazó, cuando se dirigía a España, una violenta tormenta. También enseñó y predicó en Francia, contra los cátaros (Albigenses). Él, franciscano, conoció personalmente a San Francisco de Asís, que lo llamaba «mi obispo». Fue un insigne predicador de la fe y vivió, desde la pobreza, su vocación franciscana. Cuando iba camino de Padua, murió en Arcella, Italia, el 13 de junio de 1231. Tal era el clamor de su santidad y la fascinación por sus milagros, que, un año después de su muerte, fue canonizado por el papa Gregorio IX. Enseguida el mundo lo declaró su santo milagrero, y ahí seguimos, con el divino niño en sus brazos, protegiendo a la humanidad. Hoy felicito al santo y también a todos los amigos que responden a este nombre, en San Pedro del Pinatar, o cualquier otro lugar donde haya servido como sacerdote. Mi madre fue muy devota de San Antonio, al punto, Diario, que lo que le pedía –decía ella– se lo concedía. Era su santo amigo, y protector. La fe sencilla todo lo puede (18:38:37).

viernes, 12 de junio de 2020

12 de junio de 2020. Viernes.
PERROS SIN OLFATO

Buscando la luz, en una iglesia rupestre. Göreme. Turquía. F: FotVi

-Hoy, al rezar Laudes, he vuelto a oír a San Pablo decir: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte». Debilidad y fortaleza se dan la mano, pues: como si la luz entrara en la oscuridad y la iluminara, sin destruirla. Sin oscuridad, no tendría sentido la luz. La oscuridad alienta el deseo de claridad, de esplendor, el anhelo de ver alguna estrella en el cielo de nuestras noches más terribles. Las estrellas solo se ven en la oscuridad azul de la noche, y cuanto más negra es la noche, más galaxias y estrellas, y más racimos de mundos se perciben vibrando en ese cielo infinito que tanto nos perturba. La gracia no la da Dios para quitar el obstáculo, sino para poder soportarlo con humildad. Ante la soberbia del mundo civilizado –técnica, armas de guerra, objetos espaciales, Nietzsche y su superhombre–, nos sobreviene la humillación de la pandemia; es decir, en una circunstancia así, nos hallamos perdidos como perros sin olfato. Ante tanta soberbia y despilfarro, ante tanta desconsideración, la Naturaleza nos ha avisado: nos has dicho que no podemos seguir despreciándola como hasta ahora. Hemos de convivir con ella, pero protegiéndola, poniéndola en el horizonte de nuestro respeto e incluso de nuestro cariño. Lo ha dicho el Papa Francisco: «No somos Dios, la tierra nos precede y nos ha sido dada». La tierra es el trono dorado de todo lo que es vida: desde la más ínfima bacteria al más deslumbrante y sabio ser humano. Pero un trono regalado, como la vida o la muerte, y los infinitos sueños, Diario, que nos guían y nos siguen, siempre (18:43:53).

jueves, 11 de junio de 2020

11 de junio de 2020. Jueves.
CALLAR

Llora el cielo. Torre de la Horadada. F: FotVi.

-Tengo miedo, no de los que censuran, critican, o advierten, sino de los que, mientras se hunde el barco, siguen en la orquesta tocando melodías extrañas. O bien por interés, o bien por odio, o bien por despreocupación, no se enteran. Como en el juicio de Jesús de Nazaret, lo peor no eran los que gritaban, sino los que callaban. Unos días antes, Jesús era aclamado en su entrada a Jerusalén; y unos días después, lo condenaban. Yo me pregunto: «¿Dónde estaban los de la aclamación y el «hosanna»?» El día de la condena no se oyeron. O gritaban «¡crucifícalo!», o lloraban, o simplemente callaban. Se trataba de una admiración o amor mudos, afónicos; o de odio, que contagia más que el amor; o de desidia, que todo lo torna gris, acuoso, sin contenido. Yo les diría a políticos, periodistas, contertulios, intelectuales, clérigos, que mediten sus palabras, que las contemplen, no solo en sus mentes privilegiadas, sino actuando en las de las gentes sencillas, las que consiguen en el trabajo el pan de cada día, y hacen familia desde el amor más respetable y comprometido. Que los poderosos hagan avanzar la historia, sí, pero sin soflamas incendiarias, sin sacar a relucir el hacha de guerra: que enciendan, más bien, la pipa de la paz. En la que se construye, se avanza, se puede soñar. Que no nos quemen el arroz, Diario, que a la inmensa mayoría nos gusta un poco acuoso, con unas gotas de limón, y, a lo sumo, untado con alioli, aliñado (18:49:46). 

miércoles, 10 de junio de 2020

10 de junio de 2020. Miércoles.
SENDAS DE JUSTICIA

Sendas de justicia en la nieve. Pärnu. Estonia. F: J. Giner

-Esta mañana, al rezar, me he dado con una bienaventuranza, que ha servido de consuelo para mi boca y mis palabras. A las ocho bienaventuranzas de Jesús, podríamos añadir ésta, que es luz y dedo que señala el camino a seguir. «Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud», dice. Llama «dichoso» al justo; es decir, bienaventurado, feliz, agraciado. La justicia nivela la dignidad de las personas, y las reviste de gracia, de bondad, de excelsitud. Las consagra. Andar por sendas de justicia es ir dando pasos por la verdad del vivir, del mirar, del estar. Todos iguales, imposible; pero todos tratados con equidad, con la misma vara de medir, y que cada cual que se eche a volar según el poder de sus alas, de sus sueños. También de su iniciativa, de su esfuerzo, de su capacidad de resistencia. Pero la justicia no ha arraigado en la vida del mundo. Y esta es la razón por la que siempre está, Diario, en guerra y en desencuentro. En vez de las palabras, usa la violencia (18:53:07).

martes, 9 de junio de 2020

9 de junio de 2020. Martes.
MAR MENOR

Mar Menor, donde cabe todo el cielo. Lo Pagán. F: FotVi

-Ayer tronó, llovió, refrescó el ambiente. Hoy, al rezar, he pedido por las gentes buenas del campo y del mar, las que, en momentos difíciles –ejemplo: el coronavirus–, siempre están ahí, procurándonos el pedazo de pan y algo con que acompañarlo. Vamos al mercado y lo vemos rebosante de todo aquello que nos proporciona escogidos y sabrosos bocados, y, mientras nos sirven, nunca pensamos en las manos que lo han puesto ahí. Manos rugosas y plenas, sacrificadas, que siembran, recogen, y, desde la humildad, nos dan el gozo de morder un pedazo de pan recién horneado o una cereza roja y rebosante, dulcísima en la boca. Recuerdo ahora, entre otros muchos héroes, a Pedrín el del Horno, a Pedrín el de la Loma, a Antoñín, hijo del tío Antonio, el bueno, también el de la Loma, etc…O al pescador, que, con su barco, su red y su ilusión, hace el milagro de la multiplicación de los peces en la noche. Como un milagro de luz que se agita. Y todo esto ocurre en el castigado y sin embargo hermoso, y siempre bien amado, Mar Menor. «¿Menor –se preguntaba el poeta– y es claustro donde cabe el cielo?». Un Mar restringido, azotado, y en el que, sin embargo, como en la mirada de un niño, Diario, cabe todo el cielo (18:19:09).

lunes, 8 de junio de 2020


8 de junio de 2020. Lunes.
EN LA FASE 3

Siempre amanece, aunque durante el día haya tormentas. Murcia. F: FotVi

-Aunque sea en la fase 3, seguimos confinados, atados a las cadenas. Y no está mal, siempre que sea para todos igual. No puede haber manifestaciones fachas, malas, y otras, progresistas, buenas. Ni fachas ni progresistas, todas son deleznables por irreflexivas y provocativas. Toda manifestación en sí es una multitud, que grita, babea y dice consignas altisonantes. Llenan de saliva contaminada todo su alrededor. Con la mano o el puño en alto, como el que espera dar una bofetada o un puñetazo. Ambas son irracionales y provocan daño, enfrentamiento, guerra, dolor. Embarran el lenguaje y la convivencia, y las miradas toman el color de la ira, que siempre es negro, como la cueva donde habitan los murciélagos. Y no se cae en la cuenta de que, al fin, somos fragilidad, pero una fragilidad dignificada, consagrada en el sufrimiento de Cristo, que se encarnó para salvar a esta carne nuestra, y suya, de la pandemia de la muerte, dándole la esperanza de una vida nueva y por estrenar. Gotea y suena la lluvia en mi balcón, Diario, como un pájaro que picoteara en el alpiste. El verano se viste así de amor y de agua, de vida, más allá del coronavirus y sus malas entrañas destructoras, más allá de la perversa y decepcionante política, desnaturalizada y aberrante, inhumana (13:03:57).

domingo, 7 de junio de 2020

7 de junio de 2020. Domingo.
EL CLAMOR DEL ARTE

Lo que pinta la Naturaleza, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Sobre el cielo azul, unas pinceladas velazqueñas de nubes blancas. Todo es luz y un poco de melancolía, aunque también azul. Es una melancolía confiada, que espera la resurrección de la ilusión. Muy de mañana, antes del alba, el mirlo echaba endechas encendidas de enamorado por su pico. Luego, según el cielo se ha ido cubriendo, el mirlo ha seguido cantando, sin importarle el coronavirus. Una buena noticia: el Museo del Prado vuelve a abrir sus puertas. Esta apertura se ofrece así desde la prensa: «El Museo del Prado, nuevo y eterno: el arte de volver». Por encima del tiempo, de sus caprichos, de sus andanadas buenas o malas, de la sucia o limpia política, de la guerra o la paz, el clamor del arte siempre acaba oyéndose. Aunque esté dibujado y detenido en un lienzo y parezca sin voz, sin grito, sin embargo clama y se oye, siempre, y en cualquier circunstancia. El arte nos invita a vivir, contemplándolo. El arte no se arrodilla ante el poder, no tiene ideología, es libre. Contemplar una obra de arte, Diario, es llenar el espíritu de belleza, de geometría, de pinceladas de luz, para no perderse y poder volver; el arte es como hilo de Ariadna, que, si lo sigues, te saca del laberinto, y te enseña el camino de la libertad (18:27:51).

sábado, 6 de junio de 2020

6 de junio de 2020. Sábado.
UN DÍA FELIZ

Un servidor; y Doña Rosario y Don Emeterio, a la derecha. Etna. Sicilia. F: FotVi

-Ayer fue, para mí, un día feliz. La causa: un soneto. Dedicado a una ahijada mía –la bauticé yo: afinidad espiritual– que cumplía años. Su nombre, Adriana, y el del padre, Manolo Cuadrado, mi amigo entrañable. Amigo, desde que un verano remoto nos conocimos en Casas Nueva, la que queda junto a Pliego: su familia de vacaciones, y yo, cura de aldea, con sotana y ojos bajos. (Imaginaos una peli de Luis Berlanga). Yo jovencito y asustado, ellos –llegaban de Madrid– eufóricos, luminosos, y, además, personas religiosas. Un domingo, al salir de misa, el bueno de Indalecio Escámez, capataz de los canales del Taibilla –con una sonrisa pícara, él sabía que esas cosas no me gustaban, nací timorato–, me presentó a doña Rosario Isasa, señora de don Emeterio Cuadrado, que fuera ingeniero jefe de los Canales del Taibilla –ese año no pudo estar él–, y a toda la familia, con gran regocijo de la tropa juvenil y desconcierto mío, y desde ahí hasta hoy. Entre tanto, y con los años, bodas, viajes, bautismos, óbitos; es decir, alegrías, lágrimas, vida. Ayer su hija Adriana, cumplía años, y, además de las felicitaciones de todos los suyos, yo la felicité con un soneto, que, gracias a su padre y a su tío José Manuel Nicolás, ha tenido un gran recorrido. Por lo que hemos sido: ella felicitada, y yo, con ella, distinguido. El 5 de septiembre (D. M.) nos veremos, Diario, en un nuevo evento familiar: el bautismo de su nieta Jimena, en Mula. Casas Nuevas, Mula, Pliego, qué recuerdos (18:18:59).

viernes, 5 de junio de 2020

5 de junio de 2020. Viernes.
VIVÍA

Esperando el bocado, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi.

-Se sueña, si se duerme. Me lo decía el día 2 mi paisana Carmen Sabater en un comentario a mi escrito en El bosque Apócrifo, “Anoche soñé”. Contaba yo un sueño triste, una pesadilla. Me veía de pobre en la cola, inmensa, en un centro de Cáritas, para recibir un plato de comida. Triste. Carmen decía, sin embargo, que no le importaba tener pesadillas, pues así sabía que había dormido. Anoche tuve una pesadilla, que se repite de vez en vez. Tenía que celebrar misa y estaba atrapado en un edificio de varios pisos con un ascensor caprichoso y mal intencionado. Se paraba, o me llevaba adonde no quería, y la hora de la misa se acercaba inevitablemente. Una angustia interior se iba apoderando de mí. Así he estado gran parte de la noche, peleando con el ascensor y la hora, y con mi ansiedad. Es y ha sido mi preocupación de siempre: no fallar. Hasta que ha tocado el despertador, con tacto y mesura, como siempre. Y, ya despierto, he hecho: «¡Ay!», y he visto que no tenía que celebrar misa, ni había ascensor, y, dando gracias, ¡he celebrado que vivía! Ahora no sabría decir si el «¡Ay!» ha sido por dejar la pesadilla atrás o por encontrarme con la vida, mordiéndola, saboreándola, escribiéndola, como el que, con la misma avidez, Diario, muerde un limón, o escucha una bella melodía (18:20:01).

jueves, 4 de junio de 2020

4 de junio de 2020. Jueves.
¡HOLA, AMIGO!

En la sed, se agradece el agua. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Dice un proverbio árabe: «Se podrá olvidar a una amigo con quien reíste, pero nunca con el que lloraste». Reír es un sentimiento que se expresa hacia afuera; ríes, y las manos, los ojos, ese espejo del alma que es el rostro, todo salta como si hubieras dado una palmada y volaran las palomas que hay en tu interior. Pero sucede que todo vuelo, antes o después, pasa, se lo lleva el viento. Llorar es lo contrario: es dar la palmada fuera de ti y que todo, como plomo, entre en tus adentros, y te hunda en la desolación, en la tristeza. Entonces, desde dentro de ti, brota, convertido en lágrimas, el llanto de la terrible soledad del que sufre. Es la razón por la que, si en ese momento viene alguien y te pone la mano en el hombro y te dice: «¡Hola, amigo!», lo vives y recuerdas durante toda la vida, y lo haces para siempre celebración de agradecimiento, como una devolución del trozo de corazón que te prestaron en tiempos en el que el tuyo estaba roto. Estamos en tiempo de llantos, aunque en algún momento se nos escape alguna sonrisa; o el célebre dicho: reír por no llorar. Reír y llorar se hace entre amigos, pero el reír es más efímero que el llanto; la risa pasa porque nace de un instante de felicidad, de un momento lúdico, festivo; el llanto dura, porque surge de una herida, que tarda más en cicatrizar, en cerrarse, y, una vez cerrada, permanece la señal, y, aunque quieras olvidarla, persiste. Un amigo que llora contigo, Diario, nunca se olvida (17:55:28).

miércoles, 3 de junio de 2020

3 de junio de 2020. Miércoles.
PIRÁMIDE DE VUELOS

Vertiginosos vencejos, en el cielo. Murcia. F: FotVi

-Cuanto más movimiento en las calles, menos vencejos hay en el cielo. En la pista del cielo azul se están borrando los dibujos de los vertiginosos vencejos, sin ellos no hay firmas de alegría en el cielo, los ruidos espantan al dibujante. A menos coronavirus, menos vencejos. No debiera ser, pero es. A ellos no les gustan las celebraciones ni el bullicio, les gusta el cielo abierto y desocupado, donde es imposible el tropiezo y la mentira. Donde todo es horizonte y lejanía, libertad. Huir de todo, volando, vuelo sobre vuelo, como una pirámide de vuelos, hacia el más allá. Estas aves tan voladoras podrían cantar con San Juan de la Cruz, mientras vuelan, esta copla a lo divino, que él hizo para alcanzar la gracia de la contemplación y el éxtasis, de la fusión con Dios. Y donde se dan cita el vuelo en sí, o el esfuerzo; y la esperanza, o el hallazgo de Dios. Dice: «Tras de un amoroso lance, / y no de esperanza falto, / volé tan alto, tan alto, / que le di a la caza alcance». En un país, corrompido de mentira, un servidor quisiera volar e irse lejos de esta auténtica pandemia liberticida. Porque el virus se irá, pero nos quedará la mentira, este lodazal en el que se ha metido nuestra vida pública, y en el que, sin pretenderlo, Diario, todos nos embarramos. Pero, como el vencejo, no dejemos de volar, puede que así demos a la libertad alcance (18:29:16).

martes, 2 de junio de 2020

2 de junio de 2020. Martes.
ANOCHE SOÑÉ

La noche de los sueños. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Anoche soñé que yo era uno de los que, joven y sin recursos, me ponía en cola a la puerta de Cáritas. Podía haber ido a cualquier otro Centro de asistencia social. Por supuesto, no a la Moncloa, o a la puerta de un partido político, o de un sindicato. Allí no dan nada. Me fui a Cáritas.  Me veía con mascarilla, la mirada perdida en el suelo, por pudor: era la primera vez que pedía ayuda; y –cosas del sueño–, estando en primavera, sentía frío. Un frío que me salía desde los huesos hacia afuera, a la piel. Y me hacía temblar. Éramos una cola interminable –madres y padres con niño, ancianos, jóvenes, lisiados,…–, todos con frío y el pudor escondido tras la mascarilla y los ojos bajos. Pasó un amigo y me miró, yo hice un gesto con el hombro, él afirmó con la cabeza y se marchó. Entendí que había entendido, o no. Y yo, confundido, y con un movimiento violento, desperté del sueño. Y, entonces, sin sueño ya, me puse a pensar. Y, al repasar lo que está pasando tanta gente, se me han saltado unas lágrimas. Y he recordado unas palabras del Papa Francisco: «La pobreza cristiana es que yo doy de lo mío y no de lo superfluo, porque sé que él me enriquece. ¿Y por qué me enriquece el pobre? Porque Jesús ha dicho que Él mismo es el pobre». Dar de lo que te sobra es benevolencia, y es bueno, pero no es pobreza cristiana. En el pobre, Jesús te alarga la mano, y, entre andrajos, te mira, y, con una sonrisa desdentada quizá, te da las gracias. Y tú, de este modo, Diario, consagras la pobreza, la haces sacramento de salvación, e iluminas el mundo (12:56:57).