martes, 2 de junio de 2020

2 de junio de 2020. Martes.
ANOCHE SOÑÉ

La noche de los sueños. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Anoche soñé que yo era uno de los que, joven y sin recursos, me ponía en cola a la puerta de Cáritas. Podía haber ido a cualquier otro Centro de asistencia social. Por supuesto, no a la Moncloa, o a la puerta de un partido político, o de un sindicato. Allí no dan nada. Me fui a Cáritas.  Me veía con mascarilla, la mirada perdida en el suelo, por pudor: era la primera vez que pedía ayuda; y –cosas del sueño–, estando en primavera, sentía frío. Un frío que me salía desde los huesos hacia afuera, a la piel. Y me hacía temblar. Éramos una cola interminable –madres y padres con niño, ancianos, jóvenes, lisiados,…–, todos con frío y el pudor escondido tras la mascarilla y los ojos bajos. Pasó un amigo y me miró, yo hice un gesto con el hombro, él afirmó con la cabeza y se marchó. Entendí que había entendido, o no. Y yo, confundido, y con un movimiento violento, desperté del sueño. Y, entonces, sin sueño ya, me puse a pensar. Y, al repasar lo que está pasando tanta gente, se me han saltado unas lágrimas. Y he recordado unas palabras del Papa Francisco: «La pobreza cristiana es que yo doy de lo mío y no de lo superfluo, porque sé que él me enriquece. ¿Y por qué me enriquece el pobre? Porque Jesús ha dicho que Él mismo es el pobre». Dar de lo que te sobra es benevolencia, y es bueno, pero no es pobreza cristiana. En el pobre, Jesús te alarga la mano, y, entre andrajos, te mira, y, con una sonrisa desdentada quizá, te da las gracias. Y tú, de este modo, Diario, consagras la pobreza, la haces sacramento de salvación, e iluminas el mundo (12:56:57).

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