7 de enero de 2021. Jueves.
ADIÓS
ADIÓS
-Llueve y la siembra se alegra,
y el almendro, y el corazón de la tierra, y los ojos del campesino, a los que vuelve
la fe en la recolección. El campesino siempre vive de paciencia y de fe: que es
un modo de alargar el trabajo del día a día. Y de mirar al cielo, como el que
reza, o rezando: que si llueve, que si no, que si el pedrisco, que si la helada,
hasta que coge la cosecha y la hace pan, que, con un buen vino, alegra la mesa
y el bocado, hasta que vuelva otra vez la labranza y vea de nuevo el grano en al
surco, como una bendición de sus manos. El grano, que cae en la tierra para
morir y ser de nuevo trigal colmado. Cuando el campesino mira al cielo, sus
ojos son oración donde habita la esperanza, una hermosa expectación. Día, pues,
lluvioso, que, sin embargo, no me ha impedido ir a San Javier, con precaución y
pasos quedos. Razón: dejar mi coche, venderlo, a causa de mi vejez y la del
coche. La vejez, ese acontecimiento de la vida, al que, cuando se es joven,
siempre se ve tan lejano. Dejo mi coche con pena, como el que pierde su
mascota, a la que llora y recuerda. Tantos años juntos: 16 años de misas y
enfermos, de fiestas y amigos, y sin un accidente grave. Allí se ha quedado mi
Ford Focus, Diario, frío de mí, ausente de mí, sin la foto de Candela y sin la
Crucecita que, como guías en mi caminar, en mi
soñar con él, en mi convivir con él, en mi triste despedida, hoy, de él, colgaban del espejo retrovisor. Adiós, que te vaya bien (18:20:57).