4 de enero de 2021. Lunes.
CERO GRADOS
CERO GRADOS
-Con cero grados de
temperatura, el frío entra por cualquier rendija del alma y hace tiritar a la
risa, que se hiela en la boca. Y en las manos, que tienen que cobijarse en los bolsillos. No pueden aplaudir. Ni
trabajar. La manos, allí donde habita el tacto –los otros ojos del invidente–, sólo aciertan
a resguardase. Y a enmudecer. Pero, si fallan las manos por el frío, quedan el
corazón y la mente, que siguen emanando ideas y vida. El corazón y la mente son
como los ríos, que el mucho frío suele hacerlos hielo por fuera, pero actividad,
viveza, por dentro, como alazanes veloces. Estos días de frío, pienso en el
frío de los sin techo, los que se cobijan en su miseria, que suele ser una
manta remendada echada en el suelo. A veces, para darse calor el uno al otro,
llevan consigo un perro, que, juntos, se dan calidez y compañía, y aliento. Los
perros, en ocasiones, son la compañía de Dios para el pobre, que con él se
recuestan. Al tiempo que, como el buen samaritano de la bondad, también son denuncia,
sin ira, pero terrible. Decía San Teresa de Calcuta que «la pobreza no la hizo
Dios, la hacemos tú y yo cuando no compartimos –como en una eucaristía– lo que
tenemos». Hay ocasiones en las que ni siquiera damos lo que nos sobra, preferimos
hacerlo basura, despojo, expoliación. El libro de los Proverbios, Diario, nos
grita, como un viento huracanado: «¡Levanta la voz y hazles justicia! ¡Defiende
al pobre y necesitado!» (12:58:41).
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