8 de mayo de 2021. Sábado.
EL ROSARIO
EL ROSARIO
-Hay sol y azul en las alturas, y sábado en la tierra; sábado húmedo de cloro
y vestido de mascarilla, como para un baile de carnaval en Venecia. Recuerdo
cuando, en mayo, el sábado era día con flores a María y un rosario en manos de
la esperanza. Ejemplo: las de mi madre o las de don José Escámez, sacerdote, en
Molina. Yo era un niño, miraba y jugaba, y había veces que acompañaba a mi
madre en sus rezos. Mi madre, devota; yo, jugando. Siempre. Me maravillaban los
dedos de mi madre pasando las cuentas del rosario, sin mirar. Con virtud, con
agilidad de vuelo. Cerraba los ojos, movía los labios, y las cuentas, en sus
dedos, se iban sucediendo lentamente una tras otra, hasta el suspiro final,
resumen de todas sus hermosas súplicas. El rosario es la oración sencilla de
dulce monotonía que alegra el oído de la Virgen, y que la mueve a ser
intercesora ante Dios a favor de la humanidad. En el rosario se reza, se
desgrana el Misterio de Dios hecho hombre. Como una mazorca. El rosario es el Gozo,
la Luz, el Dolor, el Aleluya, la Resurrección de Dios. Es el evangelio de Dios
en boca de la sobriedad del pueblo, como un pórtico románico en el que se cincelaran
–tallas bellísimas– los misterios de Dios, que son –también– realidades del
hombre. «Cada vez que tomamos el Rosario en nuestras manos y lo rezamos –ha
dicho el Papa Francisco–, damos un paso adelante hacia la gran meta de la vida».
¿Y cuál es esa meta, Diario? El aleluya de Dios en nosotros; aleluya que, si te
agarras con fe a la tierra y al cielo nuevos hechos de Amor, por Jesús –Evangelio–, tendrás seguridad, y paz, y vida eterna, en libertad (12:17:51).