5 de junio de 2021. Sábado.
DULCE ESTAR
DULCE ESTAR
-Dormía yo, sonó la alarma, y no desperté. Esta mañana. Seguí en mis
efluvios, con las mariposas del sueño rondándome la cabeza, dejándome inerme de
sensaciones, ausente de mí mismo. En este tiempo de insomnios terribles, que roban
el sueño –el virus, el paro, la factura de la luz, los hijos, el llegar a fin
de mes, los avatares políticos–, me causa pavor decir que duermo bien. Suena,
casi, a ofensa. Agravio para los que no pueden dormir: por el dolor o por los problemas
de cada día. Son tantos. Soy, sin duda, una isla de agua en el desierto insufrible
de la pandemia. Me horroriza. Pero es así, y lo digo: agradecido. La alarma del
despertador no ha podido con mi sueño. Cuando duermo, apuro hasta la última
chupada del cigarrillo, y creo con Gila, el cómico, que si la mente funciona,
no hay viejos. También ayuda el librar la mente de fobias, decir Dios una vez,
o más (si así os parece), y dejar que te invada la levedad del dejarte ir,
libre de cualquier atadura exterior. Incluso de ti mismo. Consejo: antes de
entrar en el descanso, rescata tu conciencia y déjala blanca como una hoja de
libreta en la que escribir tus sueños, que siempre serán aventura y hallazgo, dulce
estar, alivio (12:31:25).