1 de noviembre de
2021. Lunes.
PUNTO CERO
PUNTO CERO
-Las flores son así: sin ser oro, ni diamante, ni joya de diadema real, se dejan donar. Y, cuando se dan, son un lujo, incluso para el espíritu. Como el mar o el universo de las estrellas. La flor va del tallo de la planta, al obsequio, con un latido especial. O no va; sólo se queda en flor, como luz o gozo de lo efímero. Un ramo de flores, aunque éstas sean silvestres, es un tratado, a veces, de ofrenda amistosa. Y aun de amor. Las flores se cortan como el trigo, pero, en vez de pan, se ofrecen aroma y color; es decir, se dan intrascendencia, quizá, que ama y festeja, y que muere sin estertor ni drama. El pan alimenta, y, aunque duro, perdura; la flor es sólo una exhalación que hace vibrar la luz y fascina. Para cautivar, a la vez, los sentimientos. Ayer vi unas florecillas que habían nacido en la hendedura entre dos losas, en la acera, y las fotografié; y pensé: he fotografiado el punto cero del universo: el Aleph, según Borges. Ahí, en esas florecillas, se hacía resumen y espejo la creación. Su fuerza, su boato. Esta mañana ya no estaban; pero habían cumplido su misión de ser una realidad viva –quizá con alma– del Todo que nos aturde y maravilla. La flor, que incluso es exvoto (casi oración), para los difuntos. Celebrar la flor, Diario; para, en ella, evocar, en el día de Todos los Santos –con el recuerdo de los santos de casa, los tuyos, los míos– la Santidad de Dios (21:07:37).