viernes, 21 de febrero de 2014


21 de febrero de 2014. Viernes.
FLOR DE GERANIO
 
Pétalo a pétalo, en el jardín. F: FotVi
 
-Ayer se me apareció Dios, decía, y, hoy, se me ha aparecido un tal Junqueras en la COPE, lugar éste de ondas hertzianas en las que vuelan, a veces, noticias y avatares de Dios, y, como en este caso, asuntos de tipos mal encarados y revirados. Por lo de ayer, decir que Dios es amor; por lo de hoy, que Junqueras es secesión y huida hacia adelante, insensatez. Al tal Junqueras cualquier español le debe algo; Junqueras, catalán, nos da y los otros, los españoles, le quitamos. Es decir, según le he oído, él (ellos, los catalanes) nos da la mano y nosotros le rebañamos el brazo, y, caníbales nosotros, se lo comemos a mordiscos, dejando, si acaso, sólo el hueso mondo. Ser nacionalista es un modo cruel de huir de la realidad e inventar un Minotauro (español) en el laberinto catalán, para cargarse a su Teseo particular, que ya no es ateniense sino de Lloret de Mar, o sus alrededores. Yo, cuando la COPE se sale de cope (es decir, de madre) la cierro y me voy con la música a otra parte. Esta mañana, con una intolerancia rara en mí, y con hartazgo de soflamas separatistas, he cerrado la radio y me he puesto a contemplar la esplendidez de los geranios, que en todo tiempo dan flores; flores, además, que son antidepresivas y, según leo, liberan la mente de pensamientos tristes o negativos. Justo lo que a mí me convenía en ese momento de alba e inicio. Y he sentido la diferencia entre oír la radio y oír las plantas; la radio, en ocasiones, irrita y enerva (de poner nervioso); la flor, a diferencia de la radio, sosiega y gotea belleza al espíritu, como el botijo gotea humedad y alivio en los arrebatos del verano. Y, contemplando la flor del geranio, se me ha ocurrido hacer con los pétalos de una de ellas lo que los enamorados con los de la margarita: me quiere, no me quiere, románticos los ojos y el alma en vilo; hasta dar, en último de los pétalos, con la respuesta; o el «¡Me quiere!» arrebatador; o, con toda la tristeza del mundo, el «No me quiere» consternado y abatido. Pues, con una flor de geranio en la mano, Diario, me pongo a ello, y pétalo a pétalo, y el debido suspense (los quiero, no los quiero) concluyo que quiero a Cataluña y a su progenie; pero menos a algunos de sus hijos (o ahijados) desahogados y cínicos, que sólo entienden de calderilla, de diners, del dame pan y dime tonto, o así (19:18:49).

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