10 de febrero de 2014. Lunes.
GOZO DEL
VIENTO
Pan partido, en la mesa. F: Rainer Zenz |
-Me gustan los domingos porque tengo comunicación con la gente: saludo y
me saludan, celebro y me acompañan en la celebración, vivo y, conviviendo
conmigo, nos dejamos vivir. Mi celebración es la misa, en la que me acompañan personas
que, conmigo, festejan y comparten la misma fe. Fe cristiana, que consiste en
creer en Jesucristo y en lo que dijo. Los evangelios son el epítome de lo que
dijo, lo más importante y luminoso de su palabra, que cada domingo recordamos.
Con las palabras de la Cena, donde logramos que su pasión, muerte y
resurrección se hagan presencia viva en un trozo de pan y unas gotas de vino, cumplimos
su mandato: haced esto en memoria mía. Mandato que me conmueve hacerlo. Me
emociona pensar que en mis manos se produce un milagro, que no veo ni advierto,
pero que me habla sin palabras en lo más íntimo, y me habla de algo que
trasciende y va más allá de mí mismo. Cristo, pues, convertido en pan; es
decir, en comida de pobre, que nutre y que, en la mesa, para unir, se hace divisible.
Se parte el pan y se unen las miradas, y se hacen iguales los bocados, y las
manos, a veces, se rozan al ir a cogerlo, cuando se da al necesitado. Dios,
para devolvernos a la humildad, nos da el pan, que antes fue grano de trigo en
tierra, tallo luego, y espiga que, molida, se hizo alimento; también, en la era
el trigo fue gozo del viento y del pájaro, y de la hormiga. En el pan, todo es
celebración y regalo. En el domingo, Diario, y en el pan, digo (y tratando de
evitar toda solemnidad) que nos saciamos de Dios (19:51:09).
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