12 de agosto de 2014. Martes.
¿A GUSTO DE
TODOS? ES DECIR
Lluvia, en el jardín. F: FotVi |
-Por lo de la queja de que nunca llueve a gusto de todos, un día se dijo
Dios: «Desde ahora voy a hacer que llueva a gusto de todos», y llamó al CIS y a
otras empresas de consulta, para que hicieran sondeos sobre la propuesta. Se
trataba de preguntar, democráticamente, cuándo, cómo y en qué lugares, para
satisfacer al respetable, debía o no llover; es decir, consultar a tipos de
aldea y de ciudad, mendigos y ejecutivos, cómicos y equilibristas (no a banqueros y a
políticos, pues ellos siempre controlan la lluvia, caiga o no caiga, a su gusto),
taxistas y perros solitarios, poetas y hacedores de sueños, como el cineasta o
el escritor, es decir. Y, tras recorrer todos los caminos y culturas, tierras
de bosques y flora, desiertos con dunas y oasis, pueblos libres y esclavos, paganos
y creyentes, iglesias, sinagogas, pagodas, mezquitas (salvo a los ateos, por
lógica), no encontró unanimidad ni en los individuos ni en los colectivos;
además, muchos de estos colectivos, países, ideologías, religiones, estaban en
conflicto, guerreando entre sí y con sus fantasmas; guerras de intereses, en
todo caso. A veces, en estas guerras aparece el nombre de Dios, pero como
excusa o telón de fondo de la sordidez humana. Dios no es revolución ni es
guerra, es trascendencia en el amor, y palabra, que, como la lluvia y la nieve
que se precipitan de los cielos y riegan la tierra, germina en el ser humano y
lo hace dar fruto, unas veces como diez y otras como cien, el fruto del amor
siempre; aunque, como suele ocurrir con la lluvia, esta palabra caiga más de
una vez en terreno baldío y se pierda; pero, en todo caso, se pierde como amor
no correspondido, y amor, al fin, gozoso. No obstante y a pesar de todo, y
luego de las encuestas, Dios sacó una conclusión aproximada del gusto de las
gentes, y se dijo: aquí lloverá tanto y en estas fechas y allí cuanto y en determinados
momentos. Y llegó el día, y se dijo Dios, por fin lloverá más o menos a gusto
de todos, y dando un gran suspiró de satisfacción (un suspiro grande, digno de
Dios), se dispuso a abrir las compuertas de las fuentes de la lluvia, las
abrió, y llovió: y se alegraron la fauna y la flora, el desierto y el trópico, los
silencios del poeta y el viento, y sobre todos, los ríos y las charcas donde
beben los pájaros y el cordero y los insectos. Dios creyó haber dado, más o
menos, en el clavo esta vez; pero, ¡oh sorpresa!, Diario: tampoco en esta
ocasión llovió a gusto de todos, pues hubo un cura que dijo: «Vaya, esta lluvia
nos ha impedido sacar el santo». Es decir (19:55:57).
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