19 de agosto de 2014. Martes.
EL PROFETA SE
LIABA
Olivo de paz, en el jardín. F: FotVi |
-Habla Dios al profeta y le pregunta que por qué asunto guerrean esta
vez los hombres, si por la sal, por el agua, o por el rapto de la bella Helena
por Paris, el troyano. El profeta queda asombrado por la pregunta, y tarda en
contestarla, o no la contesta. Dios debiera estar avisado de estas cosas, se
dice. Pero, entre muchas, el profeta baraja o juega qué respuesta dar. Siempre
es la misma estulticia humana, piensa; aquella vez fue por Helena, otras, la
rivalidad por la hegemonía (esa cosa) entre Atenas y Esparta, hubo una que duró
cien años entre Francia e Inglaterra, por el asunto común de vete tú que esto
es mío, o quítate tú que me ponga yo, luego las hubo de religión, 30 años
luchando por algo tan fútil como la Reforma
y su contraria la Contrarreforma, y la
Primera Guerra y Segunda Guerra, mundiales, en la Segunda (Hitler, Churchill, Roosevelt, Stalin), se luchó, dicen, por salir de las tiranías, etcétera: el
profeta se liaba sobre qué respuesta dar a Dios. Y se liaba, porque una de las
causas más graves y sañudas en las guerras actuales es el nombre de Dios. ¿Yahvéh
(«el que es» o «el yo soy») o Alá (simplemente «Dios»)? Los unos luchan por
Yahvéh y una tierra donde vivir y los otros por Alá y una tierra donde vivir. Pero
aquí mandan las iras, las obcecaciones, el odio que nunca cicatriza. En vez de
palabras, Diario, hay cohetes, y se muere por causas perdidas. Y, de por medio,
Dios, como tantas otras veces. El Dios que es amor, envuelto en guerras. Las
espadas no se han vuelto podaderas, como anunciara Isaías. El profeta, pues, calló
y Dios comprendió; en su silencio, el profeta calló y Dios, que lee en los
corazones, entendió, y se entristeció. Dios, sobre todas las cosas, escruta y entiende
los silencios (20:27:37).
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