martes, 1 de noviembre de 2022

1 de noviembre de 2022.
UNA ESQUINA DE CIELO EN LA TIERRA

Atado a la pobreza, en Polonia

-Si hurgo un poco, me doy con Dios a cada paso en la vida de los hombres; sólo tengo que leer las bienaventuranzas y creerme que dan felicidad a quien las pone en práctica: las vive. Si contemplo la pobreza, por ejemplo, y la hago regocijo interior que me libera, estaré viviendo una bienaventuranza y pisando en suelo de santidad. Dios está en la pobreza porque es libertad, y no ajuar o caja de caudales bancaria como la riqueza, que esclaviza; y está también en el llanto, no por el llanto en sí, sino porque el llanto es signo –sacramento– de angustia, y Dios es como la madre que limpia las lágrimas del hijo que vislumbra un peligro y lo expresa con lágrimas: el fluir de su pena. La pena y el miedo y el desvalimiento se vierten en lágrimas, que son el escape de la angustia; por eso Dios está ahí, para consolar y limpiar, con el pañuelo de su amor, lágrimas. En las misas, hoy he leído con lentitud de deletreo las bienaventuranzas, las que san Mateo pone como cuerda floja por la que hacer equilibrios para irse de cielos. Es el legado de Jesús de Nazaret, el que desde Galilea a Jerusalén pasó haciendo el bien. Las bienaventuranzas son el esquema de lo que el mundo ve como absurdo y Dios (su Hijo) como reglón torcido para escribir bien y rectamente la palabra felicidad. El mundo escribe felicidad con renglones que parecen rectos (dinero, salud, cierto amor) y, al fin, en vez de felicidad salen desencanto y chasco; sin embargo Dios escribe felicidad con los renglones torcidos de las bienaventuranzas y, quien los experimenta, encuentra una felicidad que no da este mundo. Yo, Diario, voy a ver si me embarco una vez más en las bienaventuranzas y sigo estando así en la felicidad continua, que es casi como lograrse una esquina de cielo en la tierra (12:47:38).

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