15 de agosto de 2014. Viernes.
ROSA HURTADA
Rosa hurtada, en el jardín. F: FotVi |
-Ayer, día ventoso y con llovizna de fino cristal, es un decir. Mengua,
pues, del calor ambiental y subida de la temperatura familiar, que, a causa del
buen-mal día, según se mire, se recoge más bajo techado, como en un escenario
de otoño pasajero. No habrá chimenea encendida, pero sí más palabras cruzadas y
más miradas para unir. Lo digo por un servidor, que ha vuelto al disfrute de la
familia, y, hoy, con más intensidad: ni playa (descansará el mar, se sentirá
más mar y menos bañera de promiscuidad), ni chiringuito, ni sombrilla para
dejar pasar la brisa, si es que se digna salir del mar y hacerse contexto de la
arena y la mosca incómoda, que merodea por el borde de la caña de cerveza que
refresca hasta la gota de sudor que desciende frente abajo del bañista eufórico.
Admiro el mar cuando resplandece solitario, ermitaño de su íntima belleza. El
mar, en invierno, es otro mar, con más cadencia musical en su belleza, y menos
arrastre de detritos, o mugre. Es más ballet que lugar de consumo y vertedero,
menos sentina de feas y contaminantes inmundicias. ¡El mar limpio, o la patena
del mar! Y, hoy, día de la Asunción, vuelta del calor ambiental, y el del espíritu.
Los cristianos celebramos a la Madre de Dios en su absorción por el cielo;
absorbida, asunta, elevada al cielo. Antes fue casa de Dios (o Jardín de Dios,
si se la llama Carmen) en su vientre; ahora ella es joya perfecta en la casa de
Dios. «Llena de gracia», la llamó el poeta Dios al principio de todo; para
poder llamarla luego el poeta humano (G. Diego), en su Asunción, «Rosa hurtada».
Eso es, Diario: María, el orgullo de nuestra raza, rosa hurtada por Dios, para su recreo y esplendor de su gloria, gloria
a la que aspiramos (20:04:35).