26 de agosto de 2016. Viernes.
TAN CALLANDO
Colina de las cruces, en Lituania. F: FotVi |
-Yo, creyente, rezo por Italia, por los fallecidos, y
por los que sobreviven, que son los que de verdad viven la muerte; la muerte se
vive desde la vida. Los vivos sienten y recuerdan a los muertos, que ya no
están. Y sólo el que vive puede hacer que caigan unas lágrimas de sus ojos (y el
creyente, un rezo de sus labios) por el muerto. El que vive y ama, siente y
recuerda. En Italia, estar con los que han sobrevivido, es ahora el reto. Estar
para salvar y reconstruir, y para hacer que a los escombros le nazcan alas, nuevos
retos, para que no mueran del todo los muertos. Los muertos no dejan de vivir
si se les recuerda con obras: una lágrima, una oración al vuelo, un silencio, de
pronto, por los que se han ido en un acontecimiento festivo, la escuela que se
reconstruye, las calles del pueblo otra vez en marcha, andando y riendo, la
gente que vive y recuerda, con amor, lo ocurrido, pero decide seguir viviendo,
sin hundirse, elevándose siempre, como una ascensión del espíritu humano, escapando
del dolor, de la tragedia, del miedo, siendo libres sin oscuridades, amaneciendo
cada día con un sueño más, dejando los huesos en el pavor de la tumba y
soltando el sueño como un pájaro que salta de las manos y vuela, y canta. Sin olvidar,
canta y mira, y quizá no comprenda «cómo se pasa la vida, cómo se viene la
muerte tan callando», que diría el poeta Jorge Manrique. Tan calladamente, Diario,
pero volando (19:48:57).