30 de diciembre de 2019. Lunes.
EL DERECHO A LA VERDAD
Enredo en el jardín, Santiago de la Ribera. F: FotVi |
-Había
un señor –pero menos– que se reía de su propia sombra, hasta que un día, al ir
a saltar, la sombra le puso una zancadilla y cayó de bruces, siendo el hazme
reír de su sombra y de los alcahuetes que había a su alrededor. (Era político).
La sombra reía a carcajada limpia, sin esconderse; los alcahuetes, por el
contrario, tapándose la boca. La sombra, infaliblemente atada al personaje, no tenía nada que perder, los alcahuetes, sí: perderían su oficio
(malsano) de tercería interesada. Perderían su escaño en el congreso de la iniquidad.
Por esta razón los alcahuetes le reían las gracias y aplaudían sus veleidades
que siempre iban en contra de todo aquello por lo que hemos vivido y sufrido, y
por lo que seguimos en la ilusión del camino. Este señor –pero menos– era político,
mentiroso, enamorado de sí mismo (besaba su imagen en el espejo), y su sombra era la que le hacía ver cuándo se
desviaba del sendero, y le advertía. Pero él nunca hizo caso a su sombra, hasta
que ésta le puso la zancadilla y entonces cayó en la verdad de su derrota. Este señor, Diario,
con sus mentiras, nos anda robando, con otras muchas cosas, «el derecho a la verdad»,
que diría un sabio (18:37:29).