20 de abril de 2020. Lunes.
MARIPOSAS
INVISIBLES
Mariposas en mi jardín. (Una sola maceta). Casa Sacerdotal. Murcia |
-Como una estrofa de luz y alegría, ha salido el sol esta mañana, pero
sin erradicar mis miedos. Me acosa el miedo al hecho de poder perder la vida o
la de la familia –ves irse a tantas–, la de mis amigos, la del vecino de al lado,
la del mundo. Pero, con este miedo, me acosa, además, el miedo a perder la
libertad: ese don, que, con el de la vida, es irrenunciable, sagrado, vinculado
a los sueños e incluso a las utopías. Pues sin utopías no habría sueños, y sin
sueños faltaría la libertad, y, sin libertad, la vida sería una ciénaga: por haber
entrado en los círculos pavorosos del infierno de Dante, del que no hay posibilidad
alguna de salir. Como los campos de concentración instaurados por Hitler y por todos
los esbirros que ha habido antes y después de Hitler. No me gustaría acostarme con
la duda de si la llamada hecha muy de mañana a mi puerta fuera la del lechero o
la del policía, con una orden de detención y con las esposas. Es el terrible dilema
de aquel que no se siente seguro y duerme con un ojo abierto y el otro apenas cerrado.
Recuerdo a mi madre, en aquellos tiempos de la guerra, cuando acudía,
escondiéndose, a casa de don Jesús el de la Botica –calle Honda, en Molina– a
oír misa. La iglesia la habían convertido en un inmenso garaje, donde se
celebraba el odio y la frase obscena. Sin embargo, en el año 1978, Diario, con la nueva
Constitución, supe lo que era la libertad y, con la libertad, el milagro de los
sueños y el vuelo de las utopías; ahora ruego –a Dios y a sus ángeles– que nadie nos quite el poder volar en libertad, sin límites, sin paracaídas, como mariposas invisibles y zigzagueantes (11:06:41).