2 de abril de 2021. Viernes.
LA CRUZ UNIVERSAL
LA CRUZ UNIVERSAL
-Abro los ojos y me veo bendecido. Me santiguo y acude a mí la bendición:
quedo consagrado. «Dios me habita»,
digo, y miro la cruz universal que preside el día. Día de dolores absortos y gritos de los silenciados: «¡Padre, ¿por qué me has abandonado?!». Viernes
santo, y, en Cristo, toda la humanidad crucificada. Hoy la cruz se ensancha y
abarca los cinco continentes, tiene miles de caras y un solo crucificado: la
humanidad, que sangra hecha crucifijo en Cristo. Los crucificados no tienen
nombre, pero sí clavos, y espinas, y soledad: cristos rotos, sin nombre, pero
con identidad. Son los anónimos, y sin embargo santos, de la cruz. Hay tantas
cruces «en las víctimas inocentes de las guerras, de las dictaduras, de las
violencias cotidianas, de los abortos…; en las personas, familias y poblaciones
ya probadas por la pobreza, calamidades y conflictos»: dice el Papa Francisco. La
cruz sangra por muchos sitios, pero es una sola cruz: o el gran acorde
desafinado, chirriante, y sin embargo salvífico, del dolor. El dolor salva
porque nos hace más humildes, y permite que alguien nos ame ayudándonos. El
dolor es luz que cierra las heridas del desamor. Una mano que acaricia el
dolor, es una mano santa que está creando amor: en la herida y en quien sufre
la herida. «He encontrado la paradoja –dice la Madre Teresa– de que si amas
hasta que te duela, no puede haber más dolor, sino más amor». Esta mañana,
Diario, y como es mi costumbre, me he santiguado, y he tenido la sensación de
que lo hacía con todo el sufrimiento del mundo, con el de Cristo y los otros, y
me he sentido fortalecido, purificado, elevado: he deseado amar más (12:09:48