26 de marzo de 2021. Viernes.
MADRE DOLOROSA
MADRE DOLOROSA
-El sol rompe la niebla como el que abre la noche con una cerilla, con
la lentitud y la cautela de un felino, sin grandes aspavientos, pero seguro y libre,
hasta darse todo él en luz y bondad. En este día de paz y pandemia, celebramos la
fiesta del Dolor de María. María, que, como madre, es pureza –manantial–
y dolor. María es la mejor discípula de Jesús. Como dice San Lucas, María
apenas hablaba, pero todo lo que oía a su Hijo lo guardaba –y crecía – en su
corazón. María es la recopilación más exhaustiva y sensible de las enseñanzas
de Jesús, su teología más cercana e íntima. El corazón de María, pues, lleno de
palabras y acciones de Jesús. Al final, junto a la cruz, María llora todo su
dolor: el de ser madre y el de ser discípula que ve al maestro clavado a un
madero y coronada de espinas su cabeza. Jesús, al verla, se conmueve, y le encomienda
ser madre de su dolor y el de toda la humanidad. «Madre, ahí tienes a tu hijo; hijo,
ahí tienes a tu madre», dice, y, en Juan, Jesús le confía el dolor del mundo, que,
incorporado al de Cristo, será sufrimiento redentor. Y desde entonces,
cualquier dolencia del mundo, cualquier punzada, es cruz de Jesús: cruz, que a
María, como una espada, le llega al corazón. Todo dolor –el del pobre de agua y techo, el del
niño que le niegan el nacer, el del perseguido por buscar la justicia, el del
que llora de abandono en su ancianidad, el del que vive en el desprecio…–, es
dolor, que, como clavos entrando en la carne, entra en el dolor de Jesús; al
tiempo, que en el corazón de María, y así se cumplirá lo profetizado por Simeón: que una
espada traspasaría su alma. Hoy celebramos esta verdad: que María es Madre del
dolor del Hijo y también madre del dolor del mundo, por lo que es llamada, Diario, la Madre Dolorosa (17:53:26).
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