29 de marzo de 2021. Lunes.
FIRMA DE DIOS
FIRMA DE DIOS
-Hoy es lunes, dicen, y yo me pongo a vivir en lunes, pero perdido. Apenas
sé si es lunes, o domingo, o jueves, tanto es el tiempo encerrado y sin
referencias. O solo las referencias del sol y de las pequeñas cosas que suceden
en mi rededor, como rezar y escribir, o meditar sueños, o mirar palomas, y la
pandemia que, a cada instante, y desde cualquier medio de comunicación, te sale
al encuentro y te amarga la paz del alma, te humilla el día. Te lo unta de
tristeza. Cada vez que me asomo al balcón, veo el hospital enfrente, y pienso
en el dolor que en él convive, cohabita con la vida. Y pienso en los ojos y en
las manos –ternura de nieve– de médicos
y enfermeras, y demás personal sanitario. Y, aunque rezo, me estremezco. Y es la
hora en que intento entender, leer con un espíritu nuevo, algo que San Juan
Pablo II dijo del dolor de la humanidad herida: «El sufrimiento humano –dijo– ha
alcanzado su cumbre en la pasión de Cristo»; dolor que ahora –con Tomás, el
discípulo incrédulo y minucioso– intento tocar, y hurgar en él, y venerar. Y lo
intento hacer, Diario, en las heridas del Cristo rememorado e invocado, para que una vez desliado de sus vendas de muerte, y con la rúbrica de Dios escrita en
la fe, pueda yo decir: «Ha resucitado, ¡aleluya!, en mí» (13:27:28).
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