27 de agosto de 2021. Viernes.
ABISMOS DE ODIO
ABISMOS DE ODIO
-Como una plaga de la maldad humana, se acentúa el horror, se desangra
la dignidad. Sobre la desgracia, se precipita la perversidad, los abismos de
odio en el que vivimos. En este mundo en el que estoy, grito con Blas de Otero:
«¡Pido la paz y la palabra!», y me responden la muerte y el silencio. Sin paz, sin
miradas que hablen, sin manos que sean ofrenda, no se oye la palabra. Como el cristal,
la palabra se quiebra ante el estruendo de las bombas y las metralletas, y también
de las palabras, envueltas en saña, que suenan a estallidos. Si hay ruido, no
hay paz; y sin paz, no existe la palabra que diga y dialogue, que abra enigmas,
que mire a los ojos, y, en el acto de mirarse, halle la calma. Ayer, más
sangre, más horror, más llanto en Afganistán. Más de 170 muertos y unos 150
heridos. ¿Qué hacer? Biden y Occidente huyendo, y trayendo de allí, en su
huida, lo que les dejan. Para Biden y los suyos, se trata de recoger despojos, ruinas;
mientras abandonan y dejan allí sueños rotos, esperanzas sin manantial, secas. ¿A
qué Dios acudir si estos bárbaros matan en nombre de Dios? Dios, no obstante,
llora sobre las conciencias enfermas, sobre esta barbarie irracional. Y sigue
diciendo: «¡Amaos, amaos!»; pero no le oyen. La base moral en la que se asientan el
bien y la bondad han desaparecido, sólo cuentan el bien económico y la moral
del más fuerte. Yo, Diario, sin embargo, sigo rezando, para que se rompa, como
dijo San Juan Pablo II, la espiral de la violencia, «con el milagro del perdón». Y me digo: «¿Será posible aún, oh Dios, la misericordia?» (12:48:52).