28 de octubre de 2021. Jueves.
ESPLENDOR E INTIMIDAD
ESPLENDOR E INTIMIDAD
-Bostezo, me acuesto, y es de noche; despierto –salto de la cama, me restregó los ojos–, y sigue la noche. Hago una pausa, lo pienso, y digo: «Me gusta; es el horario de verano, en otoño». Con este horario puedo, en horas, ver al sol nacer y morir; o ver –casi a la vez– la luz y sus sombras, el esplendor y su intimidad: la oscuridad, donde se mueve y habla el misterio. Ver nacer el día es tan hermoso como abrir la mano y que de ella salte un pájaro, y que vuele; o decir amén y, en el silencio que le sigue, nos parezca oír el otro gran Silencio –discreción, mesura, alma atenta– de Dios. De día, en cualquier brillo, irradiación, guiño de la naturaleza, percibes a Dios; dices: «Aquí está», son los ojos los que te hablan; en la noche, sin ver, lo sientes. Como dice un himno de vísperas, en la Liturgia de las Horas: «La noche es tiempo / de salvación»: en Jacob, en Abraham, en la Pascua, en Navidad, en tantos otros acontecimientos: «de noche –sigue– prolongas la voz de la promesa». En otoño, con horario de verano, el día –más breve– se hace visión, tacto, palabra que dice; la noche –más larga– se hace silencio, retiro, contemplación: quizá poema, Dios; y entre ambos, Diario, el ser humano, realizando sueños, esperando, viviendo, hasta hallar, al fin, la Trascendencia, donde el descanso, la paz perdurable (18:02:56).